Capítulo 4.

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¿Qué había hecho yo para merecer todo lo que estaba viviendo? ¿Qué había hecho yo para tener tanta mala suerte? ¿Qué había hecho yo para ser la persona más estúpida del mundo?

Seguro había infringido alguna ley, había cometido un pecado, o había incumplido algún mandamiento, sí, seguro era eso y ahora yo estaba pagando cada una de las malditas consecuencias.

Oh, Dios.

Volví a gruñir contra mi almohada. Lo había hecho desde que había llegado a casa. Había salido disparada de la habitación de Lea, diciéndole que tenía que ir a ayudar a mi madrastra, cuando ella ni siquiera estaba en casa y ni siquiera nos llevábamos bien.

Maldito Leandro.

Miré la hora en mi reloj, eran las siete y media de la noche, tenía tan solo media hora para vestirme y salir de casa. Joder, todo estaba yendo terriblemente mal. Ni siquiera las escasas veces que había ido a la iglesia me iban a ayudar.

En mi cabeza yo ya me había imaginado todo lo que iba a suceder allí, en todas todo salía mal. La ansiedad me estaba consumiendo. Traté de relajarme diciéndome que solo se trataba de Leandro, que lo conocía, que él era bueno. Sin embargo, era tonto decírmelo, porque yo ya no lo conocía lo suficiente, lo había dejado de conocer desde el día que se fue a Italia.

Me puse de pie, tenía que enfrentarlo, no ser una cobarde de primera. Justo cuando me iba a ir a mi closet, mi teléfono sonó. Era un mensaje de un número desconocido. Lo leí.

Desconocido: No hagas que vuelva a suceder lo de ayer.

¡Con punto final! Ese punto que daba terror y escalofríos. Era Leandro. Lo sabía. Él idiota seguro estaba burlándose de mí.

Respondí sí, después de todo, detrás de una pantalla todo era muchísimo más fácil.

Alannah: ¿Que pasaría sí lo hago?

Bien, revisé la ortografía antes de mandarlo.

Desconocido: Qué. Si. Dos correcciones.

Desconocido: Estoy seguro que no lo quieres saber.

Mierda. No podía avergonzarme más. Yo me fijé y todo estaba bien escrito. Sí, era el karma por lo que había sucedido el día de ayer. Tenía que ir si no quería que me sucedieran situaciones más espantosas como romperme el pie mientras bajaba por las escaleras.

Alannah: No iré. Se ha cancelado la invitación. Puedes quedarte en casa hablando con alguna amiga tuya.

Desconocido: ¿Amiga? No gracias, me la pasaré mejor contigo, estoy seguro.

Y es ahí donde el imbécil volvía a coquetear conmigo. Lo sabía. Estaba jugando conmigo y con mi alma noble.

Alannah: ¿Qué te asegura ese?

Desconocido: Supongo que quieres decir "eso".

Desconocido: Yo lo sé, Alannah. Date prisa.

Volví a gritar contra el teléfono. No era posible. No tenía escapatoria. Tenía que ir en Leandro. Abrí mi closet a regañadientes y miré toda la ropa que tenía. Saqué unos pantalones jeans, un polo blanco con un logo de amor y un par de zapatillas. Al mirarme frente al espejo me vi completamente fatal, como si demostrara que verme bien no era mi objetivo. Volví a maldecir a Leandro por décima vez en el día y me quité el polo para ponerme uno rojo de mangas largas. Al menos me veía más decente. Peiné mis cabellos, me eché un poco de perfume y me puse una casaca antes de salir de mi habitación y encontrar a Alice en la cocina. Menos mal y mi padre y mi madrastra no habían llegado a casa, ¿acaso el destino estaba a favor de nuestro encuentro?

Dime que me AmasWhere stories live. Discover now