Capítulo 6.

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Ahora tenía que pagar por todos los pecados que había cometido en mi corta vida; salir con Leandro Garson.

Quizá para otras chicas era un privilegio, pero para mí —la tonta que no podía olvidarlo— era todo un complejo desafío.

Así que cuando dieron las siete de la noche, me coloqué frente a mi closet para buscar algo con que vestirme. Como la vez pasada, no supe qué elegir entre toda la ropa que tenía. Pero al final opté por unos pantalones jeans, un polo manga larga y una polera con un diseño un poco extraño. Agradecí que no me bajara tanto el periodo.

Maquillé mi rostro y peiné mis cabellos, porque después de todo, sí quería verme muy bien y guapa. Cuando dieron las 7:50 pm, me llegó el mensaje de Leandro.

Desconocido: 10 minutos. Estaré esperándote en el jardín.

Ya lo había agendado, lo había dejado como "desconocido". Así de simple. El corazón me bombeó con fuerzas y me dispuse a escribir una respuesta que le dejara claro que iba a cumplir con mi palabra.

Alannah: Voy de salida.

Leandro volvió a mandarme un dedito arriba y entonces bloqueé mi teléfono y tomé un bolso simple de mi armario. Siete y cincuenta y cinco estaba saliendo de mi casa, después de decirle a mi nana que volvería pronto y que no se preocupara a sobre manera.

Hacía frío esa noche, sentí más aún cuando los nervios se arremolinaron en mi cuerpo, me abracé a mí misma para darme calor y luego caminé con pasos temblorosos hacia el jardín de la casa de los Garson.

Cuando quedaba menos de un metro, noté el cuerpo de Leandro, era fácil de distinguir entre todos. Me miró y me alumbró con la linterna que tenía en ese momento.

—¡Vas a dejarme ciega! —grité en su dirección, obteniendo de su parte una gran carcajada. Cualquiera pensaría que Leandro era demasiado serio, lo cierto era que él sabía a quienes demostrarles su parte divertida y a quienes no.

—Exageras.

—¡Claro que no!

Ignoró por completo el grito que le había dado y caminó hacia la cochera. Nos íbamos a ir en el auto de Luciano lo más seguro. Lo seguí aún pensando en arrepentirme en ir con él, al final, solo entré al garaje.

Ya dentro, la luz me dejó ver cómo iba vestido Leandro. Se veía impresionante. Iba vestido todo de negro —como siempre—, pantalones negros adheridos a sus piernas y su trasero, un polo manga larga y de cuello alto del mismo color, un cárdigan, su correa resaltando en su cadera, así como su reloj y sus botines altos.

Guapísimo, susurró mi consciencia.

Uy, sí, era guapísimo, respondí con sarcasmo.

—Entra —me dijo, abriéndome la puerta del auto —como lo aseguré— de Luciano. Yo entré, con un poco de nerviosismo en mi cuerpo. Me senté y respiré varias veces para aceptar que me estaba yendo a comer pizza junto al chico que me movía el suelo.

Él se adentró, su hermetismo se adueñó del lugar y su carísimo perfume entró por mis fosas nasales. Olía muy bien, una combinación de su jabón, champú, cremas y su perfume. A mí olfato le gustaba. No pasó mucho tiempo cuando encendió el motor del auto y salimos de su casa. En ese momento solo deseé que nadie nos hubiera visto juntos.

Bajé un poco la ventana y oí la canción suave que se escuchaba. Alguna canción favorita de Luciano lo más seguro.

—Estuve buscando pizzerías en la ciudad, pero si tienes alguna sugerencia no hay problema —comenzó Leandro.

Dime que me AmasWhere stories live. Discover now