Capítulo 22.

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Me había quedado estática al verla.

Ella, en cambio, había abierto su boca y luego me había sonreído. Me di cuenta que era mucho más guapa en persona. Se pasó el cabello rubio castaño detrás de su oreja y se puso de pie hasta quedar frente a mí.

No pude siquiera pensar en qué decirle.

Había una sola pregunta rondando en mi cabeza: ¿Qué rayos hacía ella aquí?

—Alannah —dijo—, mio Dio, sei così bella*.

(Dios mío, eres tan hermosa*).

Mi cabeza estaba hecha un lío, no logré responder lo que me había dicho. ¿Qué le iba a decir de todos modos?

Estaba siendo patética. Muy patética. 

—Leandro... —murmuré, ¿por qué de todas las cosas que podía decir, justo el nombre de él salió de mi boca?

—Oh, Leandro está en el baño, seguro que...

Justo en ese momento él salió, al mirarme se colocó a mi lado, agradecí que me abrazara, hizo que me llenara de una seguridad inexplicable. Me aferré a su cuerpo con fuerza. A Leandro le gustaba abrazarme y siempre que tenía la oportunidad lo hacía.

Amore, ella es Stella. Stella, la famosa Alannah. —Nos presentó Leandro.

La vi sonreír con grandeza, me extendió su mano y la tomé, sin dejar a Leandro. ¿Por qué sentía esa necesidad de tenerlo a mi lado? ¿Por qué sentía la necesidad de dejarle en claro a Stella que él y yo éramos novios? Estaba siendo patética, egoísta y celosa.

—Hola —dije.

—Hola, Alannah. He venido a darle una visita sorpresa a mi mejor amigo —habló, seguía sonriendo.

"Mejor amigo". Sonreí a medias. Leandro apretó mi cintura. Esto estaba siendo demasiado incómodo, necesitaba escapar de allí ahora mismo, o iba terminar torturada mentalmente.

—Bueno, supongo que está bien —respondí.

—Y también a conocerte, hace mucho que tengo ganas de hacerlo. Leandro me ha hablado mucho de ti y quiero comprobar las cosas tan buenas que ha dicho. —Le di una sonrisa de boca cerrada y asentí—. Bien, ya me voy al dormitorio, ha sido un gusto conocerte, Alannah, ya hablaremos luego, ahora estoy un poco cansada. Ciao*.

(Chau*).

—Ha sido también un gusto —vociferé.

Volvió a sonreír y salió de la habitación de Leandro. Solté el denso aire que estuve conteniendo desde que entré al dormitorio. Leandro me soltó, pero se colocó frente a mí, tomó mi rostro entre sus grandes manos, y como siempre, sobó mis mejillas con tanta delicadeza y dedicación.

—Ella... —intenté decir.

—Ha venido. No esperé que lo hiciera, me había bromeado con eso, no sabía que lo iba a hacer. No puedo echarla de aquí.

—¿Por qué deberías de echarla? —pregunté, confundida.

Leandro soltó un suspiro y noté como pasó saliva.

—Alannah, no soy tonto, ¿de acuerdo? Sé que Stella no te amista, no te agrada, no la pasas...

—Leandro, no... —me interrumpió.

—Chis, amore. Cuando te conté sobre lo de Stella, no lo hice con la intención de generarte inseguridades, de hacerte creer que te dejaré por ella, porque, no lo haré, Alannah. Eres tú, no otras, solo tú. Tú eres la que me encanta, la que me debilita, la que me hace perder la cordura, la que me hace latir el corazón con fuerzas, la que me excita, ¿te queda claro, amore?

Dime que me AmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora