Capítulo 15.

590 46 40
                                    

Sábado 19 de septiembre de 2020

¡Eran las cuatro de la mañana!

Las. Cuatro. De. La. Mañana.

¡Y Leandro estaba a mi lado durmiendo!

Madre mía. Estaba agradecida de que tuviera un poco de suerte de que papá estuviera de viaje.

Cuando desperté, el chico que me movía el suelo tenía su brazo atado en mi cintura, su pierna enrollada con la mía y su aliento chocando contra mi cuello. ¡¿En qué momento se había quitado el polo?! Lo único bueno es que yo sí tenía el pijama puesto.

El recuerdo me golpeó de pronto, apenas llegué a casa me di una ducha y me puse el pijama, después, había decidido hacer las tareas que tenía pendiente junto a Lea, lo habíamos hecho por videollamada, ya que ella tenía demasiada pereza de venir a mi casa y yo a ir a la de ella.

También recibí un mensaje de Leandro, en donde me decía que vendría a verme a cualquier momento de la noche, que "debíamos hablar algunas cosas", sabía que solo venía por el mensaje que le había mandado por la mañana. Okey, tenía que pagar las consecuencias.

Seguí haciendo la tarea con Lea, mientras platicábamos sobre Ulysses, sobre lo que había pasado en la tarde y sobre la actitud media extraña de Lisandro, así fue que en poco tiempo ya habíamos acabado con las tareas que nos mandaron.

Ella se despidió de mí, diciendo que vería una película con Luciano y cortamos la llamada. Feliz de que había terminado todo, puse música enérgica: reggaetón. Mientras guardaba mis cosas en la mochila, me detuve, supe que venía la mejor parte de la canción, me puse en posición y bailé. Estaba tan concentrada bailando que no escuché cuando Leandro entró.

—Alannah, bailas muy bien —me dijo.

Al girarme, lo vi ahí parado con una sonrisa en sus labios. Mi rostro no demoró en enrojecerse de la vergüenza.

Me mordí el labio, nerviosa. ¡Había dejado las puertas del balcón abiertas!

Mi conciencia no dejaba de verme con ojos asesinos y con ganas de hacerme picadillo.

Pero no era para tanto, solo estaba bailando. Bailando. Bai-lan-do.

—Leandro... Dios, ¿por qué no llamas antes de venir? ¿Qué te pasa por la cabeza? —dije, fingiendo estar molesta por su repentina visita.

Él cerró las puertas del balcón y se encaminó hasta colocar su fornido cuerpo frente al mío. La forma tan ruda en que me miraba me hacía sentir tan expuesta. De pronto, ya tenía sus labios hambrientos sobre los míos. Aún aturdida tuve que seguir su ritmo fogoso y vehemente.

—Espera —lo interrumpí—, no me has respondido.

Sin embargo, mi intento de que me respondiera fue en vano, porque él siguió besándome. Cuando me soltó, sus dedos trazaron mis pómulos y mis mejillas. Leandro tenía los ojos más oscurecidos.

—Lo siento, necesitaba hacerlo desde la mañana —dijo y dejó otro beso en mis labios.

Le sonreí y me puse de puntillas para dejar un suave beso en su mejilla. No podía molestarme por haber venido, yo también tenía ansias de verlo, tocarlo y besarlo.

—Solo para la próxima toca la puerta o llámame antes de venir.

Él sonrió, divertido, estaba segura que recordó cómo me encontró.

—Sí, no lo vi venir. La música estaba muy alta y no quería romper los vidrios. Lo siento de nuevo.

—No lo sientas, no estoy molesta —respondí—. Mejor vayamos a la cama.

Dime que me AmasDove le storie prendono vita. Scoprilo ora