Capítulo 11.

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Había caminado al lado de Darren los segundos siguientes. Mis manos sudaban y mi corazón latía con fuerzas, a pesar de que intentaba no pensar en lo que había sucedido el día sábado, mi mente insistía en hacerlo. Me llené de valentía y seguí caminando, diciéndome que nada malo podía suceder.

Darren llegó hasta su auto, me abrió la puerta del copiloto y me hizo un ademán para que subiera. Me lo pensé dos veces antes de hacerlo. Cerró y se subió luego. Hasta ese momento mis manos seguían sudando de los nervios y del miedo que él había creado en mí desde que lo había visto actuar de la peor manera.

Me abracé a mí misma y miré al frente para aliviar mis pensamientos. Mis ojos se quedaron mirando solo a los estudiantes que conversaban, reían y caminaban.

—Perdóname por como actué, Alannah. No sabía que... no sabía lo mal que te hace sentir discutir —empezó a hablar Darren.

Asentí a lo que me decía, en realidad, no sabía siquiera qué decirle. Apreté los labios y escuché cómo él soltaba un suspiro. Quizás no responderle le estaba llevando a la desesperación. Solté un suspiro también. Dejé mis labios tranquilos porque producto de los nervios estaba mordiendo el inferior.

—No pasa nada, Darren —terminé diciendo todo lo que no pensaba.

—No, Alannah, la he cagado. No merezco tu amistad. —No dije nada de nuevo. Escuché que volvió a soltar un largo suspiro—. Lo último que deseo es perder tu amistad. Te prometo que no volverá a suceder.

—Todo está bien, Darren —respondí. Ya lo había perdonado de lo ocurrido, si no lo hacía, mi mente no seguía tranquila. Quizá no estaba mintiendo con lo que me decía, decidí creer en sus palabras, después de todo, era mi amigo, y había errado sí, pero me aseguró que ya no lo volvería hacer. No obstante, tampoco sería una tonta, acabaría con todo si hacía algo contra mí y me fastidiaría completamente—. Yo ya te he perdonado. Solo te pido que no vuelva a suceder.

—No volverá a suceder. Me puse celoso de Leandro. Ya te he confesado lo mucho que me gustas, Alannah, y siento que él te mira con deseo. Quizás estoy equivocado, no lo sé.

Casi sentí que mi respiración se descontrolaba. ¿Miraban los demás lo mismo que Darren? ¿Por qué yo nunca me di cuenta de ello? Era mejor aparentar no saberlo. No quería que lo supiera, lo que Leandro y yo teníamos solo nos competía a ambos, además, no quería que se arruinara.

—Solo espero que cumplas con lo que prometes —dije, ignorando todo lo anterior mencionado—. Ya tengo que irme, Lea me está esperando.

—Sí. Gracias por perdonarme, no romperé mi promesa.

Su mano se alzó y acarició mi mejilla. Le regalé una pequeña sonrisa y salí del auto de Darren. Busqué con los ojos a mi mejor amiga, pero lo único que encontré fueron unos ojos similares a los suyos; Leandro. Me miró apenas, estaba al lado de su hermana, hablaban.

—Mira, allí está —le dijo Lea, deduje que estaban hablando de mí. Les di una sonrisa porque no supe qué más hacer y me coloqué frente a ellos, aferrándome a mi mochila—. Leandro estaba preguntando por ti. ¿Cómo te fue? ¿Qué te dijo ese imbécil?

—Te lo contaré luego, Lea —le dije, tomando su mano para meterla conmigo al auto. Solo lo hice con la intención de escapar de la mirada escudriña de Leandro. Pero, para mi mala suerte, él rodeó el auto, abrió la puerta y me pidió que le dejara un espacio. Sabía que lo estaba haciendo apropósito, sin embargo, no podía decir nada para reclamarle.

El resto del camino me pasé oyendo las peleas que tenían Luciano y Lea, los gritos y quejas de Lisandro, y sintiendo el calor y las miradas profundas de Leandro. Al llegar, solté el aire que había estado conteniendo, bajé del auto y le prometí a Lea que se lo contaría apenas entrara a mi dormitorio.

Dime que me AmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora