Capítulo 9.

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Lunes 14 de septiembre de 2020

Ese día desperté como nueva, el día anterior lo había pasado magnífico al lado de mi hermano y los hermanos Garson. Solté una sonrisa frente al espejo, no había dejado de fantasear con Leandro y sus labios. Estaba como loca por querer un beso suyo, sin duda alguna.

Darren me había enviado algunos cuantos mensajes, pidiéndome que le perdonara y explicando lo que le había sucedido ese día. No respondí ninguno.

También era el día de la fiesta que había sido invitada Lea. Estaba segura que ella se encontraba nerviosa y ansiosa por ver al chico que había conocido.

Peiné mis cabellos antes de bajar por el desayuno. Comí algo rápidamente, miré la chalina que Leandro me había dado y me lo coloqué, y luego de cepillarme los dientes salí de casa. Los hermanos Garson ya estaban esperándome. Sonreí al imaginarme a Leandro. Al chico que me movía el suelo. Caminé con una sonrisa en el rostro y abrí la puerta del auto. En efecto, él estaba allí.

Saludé y ellos me devolvieron el saludo. Miré a mi mejor amiga cuando Luciano arrancó el auto, estaba sumida en sus pensamientos, le di un golpecito en su hombro y entonces me miró, fingiendo una sonrisa.

"Tengo miedo", me informó solo moviendo los labios. Hice un gesto y asentí.

"Todo estará bien", respondí de igual manera.

Ella asintió también, le di un apretón en su mano y seguí mirando las calles a través de la ventana. De vez en cuando miraba hacia el espejo y apreciaba a Leandro. El polo de mangas largas de color lila que se había puesto le hacía ver guapísimo. Vi que estaba leyendo porque sus ojos miraban hacia abajo. Mi consciencia se meneó contenta de verlo así.

Cuando Luciano estacionó el auto frente a la universidad, estuve a punto de bajarme, pero la mano de mi mejor amiga me detuvo al instante.

—Leandro, ya puedes irte; Lea, Alannah y yo tenemos algo importante que hablar —escuché a Luciano hablar. Fruncí el entrecejo sin comprender, Leandro no reprochó ni dijo nada, tan solo abrió la puerta del auto y se fue. Pero ¿por qué botaban a mi chico que me movía el suelo? Mi consciencia hizo una mueca molesta—. ¿Qué es lo que tienes que decirme, Lea?

—Necesitamos tu ayuda, ¿verdad, Alannah? —habló la menor de los Garson. Yo asentí a pesar que él no podía ni verme.

—¿En qué quieren que les ayude, bellezas? Si es enterrar a una persona que mataron, acepto.

—¡No! No somos unas psicópatas, estúpido —gritó Lea con horror.

—Yo sí —respondió él, riéndose, Lea le tiró otro cocacho para que dejara su burla atrás—. Ya, habla, pero no me lastimes más, que no soy un saco de boxeo.

—Bueno... conocí un chico por internet, él me invitó a una fiesta el día de hoy, Alannah ya dijo que me acompañará, sin embargo, necesitamos que vayas tú también para mayor seguridad —explicó.

—Lea, ¿tú sabes los peligros que hay en internet?

—Sí sé, Luciano, por favor, acompáñanos, solo será un par de horas.

—No lo sé, Lea, ¿qué si es un depravado que quiere abusar de ti?

—Yo dije lo mismo —metí mi boca, Lea me fulminó con la mirada y yo me encogí de hombros.

—He hablado por teléfono con él, he visto fotos suyas, también.

Luciano pareció pensarlo, porque no habló por varios minutos, después resopló y se giró a ver a su hermana.

—Iré. Pero debes de inventar un plan, papá y mamá no nos dejarán ir así cómo así.

Lea soltó un gritito fuerte. Se le notaban las ganas de ver al tal Ulysses, solo deseaba que no resultara no ser el de las fotos.

Dime que me AmasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant