17.➖ Vivir el momento ➖

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Adrien

A veces pensamos que el villano de la historia es aquél que quiere hacer desaparecer a los protagonistas, como en Disney, por ejemplo. La madrastra encierra a cenicienta para que su príncipe no la encuentre. Como en nuestro caso, pero el villano de nuestra historia no era exactamente un villano, me equivoqué al pensar que ese sería la persona que nos envenenaría con una manzana, o el que nos hechizaría para que durmiéramos para siempre. Nunca fue así. Como dicen por ahí, el villano de una historia mal contada.

Todos somos los villanos en una historia mal contada. Y Deiro era prueba de ello.

De niño nunca lo miré como un villano. Mi padre siempre me decía que existían diferentes tipos de padres, cada uno tenía su estilo de querernos, la forma en la que nos amaba era diferente, pero eso no quería decir que no lo hiciera, solo que había algunos padres que no demostraban sus sentimientos tan abiertamente. Como, por ejemplo; los abrazos, los besos, el te quiero, y otras cuantas cosas más que mi padre hacía a menudo. Yo no entendía realmente, siempre me preguntaba; Si Deiro quiere a su hijo, ¿Por qué no se lo dice? No entendía porque mi padre me tenía acostumbrado a ese tipo de gestos, siempre me decía te quiero cada vez que podía. Y lo de Deiro lo miraba raro.

Poco a poco lo fui entendiendo, porque yo me sentía igual. Tampoco me gustaba decir el te quiero tan abiertamente, me di cuenta que estaba bien no decirlo todas las veces que me lo decían a mí, no era necesario repetirlo tan a menudo. Y me sentía bien con eso, entonces le entendí.

Pero, luego miré acciones que no me gustaban de él. No me gustaba ver a Harald triste, lo odiaba, cada lágrima sacada de Harald era otra pizca de ira que se acumulaba en mi cuerpo. Empecé a odiar a Deiro, porque todo aquél que hacía llorar a Harald, lo odiaba. Y ese sentimiento duró bastante tiempo.

No entendía. Y no había nada del que yo pudiera hacer para solucionarlo. Tenía trece años. A los niños nunca los toman en cuenta cuando se trata de "problemas de adultos". Así que yo no era nadie para decirle a Deiro el cómo debe de cuidar a su hijo.

Hice cosas que estaban en contra de todas esas reglas aburridas de la monarquía sin importar las consecuencias, y no me arrepiento de nada. La risa de Harald me hizo querer saltarme esas leyes escritas en piedras. Pero dejé de hacerlo cuando Deiro encerraba a su hijo en forma de castigo, no lo miraba durante dos semanas completas.

La verdad es que pensaba que no le quería realmente, y que lo que mi padre me dijo de más chico era mentira. Deiro no quiere a su hijo y ya está. Pero estaba esa pequeña esperanza de que estaba equivocado cuando Deiro llegaba todas las noches a la habitación de Harald para verificar que estuviera bien, cuando Deiro defendía a su hijo quitándole parte del trabajo que la monarquía le ponía, cuando le preguntaba si había comido bien, si había descansado bien, si quería algún regalo de cumpleaños anticipado porque él no podría estar, y se disculpaba, él de verdad se disculpaba. Eran esos detalles que lo miraba de alguna forma diferente, pensando en la mínima esperanza que de verdad tenía sus sentimientos ocultos y que lo que siente no lo demuestra de la misma manera que lo hacía mi padre.

Deiro no entendía lo del amor en público. Solo entendía lo que era amar a una persona sin decirle te quiero.

Deiro ayudó a mi padre abriéndole las puertas del palacio cuando mi padre estaba en la ruina. Nunca le dijo te quiero.

Deiro me ayudó cuando no me encontraba a mí mismo y estaba perdido en lo más profundo de mis pensamientos. Él llegó, me puso algo de música, y me enseñó que el te quiero estaba sobrevalorado. Nunca me lo dijo en voz alta.

Los dos Príncipes. [part 2]Where stories live. Discover now