•MEMORIAS DE ANNA 05•

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05 de mayo del 2016.

Desde entonces, mi vida había cambiado totalmente. Dejé los vestidos, la fotografía y las compras para comenzar a usar pantalones, mi cabello atado y bastante maquillaje para cubrir los moretones que me habían quedado en el rostro. Sólo habían pasado 3 días desde que empezó mi tortura y ya no lo soportaba.

¿Cómo mi hermana pudo aguantarlo?

Miro por enésima vez los dibujos que se encontraban en mi cofre junto al muñeco "Olaf", que encontré en una de las pocas y miserables pertenencias de Elsa y, por alguna extraña razón, no pude botar a la basura. Seguía estando un poco sucio, pues no lo pude limpiar adecuadamente por más que traté, pero, aun así, me lo quedé como una motivación para seguir viviendo.

Nunca me gustó este muñeco, sigo encontrándolo feo y sin gracia. Sin embargo, este mismo peluche causó un momento de felicidad en la platinada cuando aún vivía la abuela..., y pensar que yo fui quién decidió dárselo a la anciana para que ella se lo regalara a Elsa...

Y ahora Olaf volvía a mis manos como un recuerdo de esos días...

—¡Anna! —escuché la voz de la bruja chillar desde el salón— ¡No hay comida, carajo!

Suspiré con pesadez. Lo había olvidado.

Guardé rápidamente el peluche y los dibujos dentro de mi caja antes de apurarme en tomar la libretita y mi lápiz donde anotaría lo que debía de comprar. Al llegar al salón, mamá se encontraba en el sofá sentada de una manera para nada desaliñada, con su pies meneándolos al aire mientras se pintaba las uñas de un rojo sangre. Odio ese color.

—Apúrate, ¿quieres? —exigió a la vez que me daba dinero. Ni siquiera me miró a los ojos, no lo hace desde ese día en que papá me dio la primera paliza—. Tengo hambre y no te conviene hacerme esperar.

Tenía razón, no me convenía. Así que me apresuré en llegar al mercado dónde había comenzado a hacer mis compras para el hogar, pues ahora era yo la sirvienta. Debía cocinar, lavar, planchar, limpiar... y lo hacía horrible, no lo iba a negar y estoy segura de que mis padres tampoco lo negaran si se les pregunta. Soy una inútil que debe de "servir" a su familia.

Maldita sea. Como odio esta vida de porquería que me tocó.

Caminaba entre las personas del lugar en busca de las verduras que se vieran más apetitosas para llevar. Si la lechuga está lo suficientemente verde, podré llevarlo, sé que así esos viejos vagos se lo comerán sin problema.

Me pone de malas pensar en ese par de cerdos disfrutando de la comida y dejándome las sobras a mí. Me pone de malas tener que hacer esto.

¿Por qué yo?

¿Por qué yo?

¿Por qué yo?

Pero, cuando veo como un par de personas se acercan cada vez más, mi enojo aumenta sin poder evitarlo. Es como si..., como si todos estos días estuviera acumulando un rencor hacia Elsa. Por su culpa, estábamos en la quiebra. Por su culpa, papá se sumergió en el alcohol. Por su culpa, era yo quién se encontraba en esta situación...

"Pero ahora ella es libre" me dijo una parte de mí, esa parte que la extrañaba "Déjala vivir".

Sin embargo, mi enojo pudo más y me hizo hablar:

—Hermanita —escupió mi sucia boca, y pude notar como la platinada se tensó y como la señora que la acompañaba me miraba con desagrado— ¿Cuánto tiempo? ¿cómo está el tirano de mi cuñado?

Elsa tembló al verme, y me enojó aun más que me observara de arriba abajo. Sé que notó el cambio, lo sé, pero no dejaré que eso me haga sentir menos. No. No ahora.

Flechazo de amor |Jelsa| |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora