|4. J a c k.|

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Soundtrack 4: Alejate de mi - Camila.


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Inglaterra sigue tan igual como cuando nos fuimos a Hawaii.
Mis padres nos esperan en el aeropuerto y nos funden a ambos en un cálido abrazo para ser real. Debe ser porque supuestamente Elsa y yo nos llevamos bien.
¡Casi me mata! ¡Ni lo loco la quiero junto a mi!
La horrible noticia de que mis padres nos han regalado una gran casa para ambos me hace querer vomitar. ¿Por qué no entienden que no la quiero cerca?
En el camino hasta esa casa —ya que supuestamente todas nuestras cosas están allá— es de puro silencio. Elsa bajaba la mirada de vez en cuando, callada; yo miraba la ventana mientras los únicos que murmuraban eran mis padres.
Sarah, mi viejita nana, que me había cuidado cuando niño, me abrazó con alegría y ternura. Sonreí al enterarme que ella se quedaría conmigo, era como mi segunda madre y odiaba la idea de que llegaría el día en que me hiciera falta.

—Robert, ve a dejar las maletas de los señores a su habitación —dijo la anciana con su brazo entrelazado al mio, una vez que mis padres se fueron—. Yo les prepararé la comida, ¿tienen hambre?. Seguro que sí —soltó una risita antes de mirar con sus tiernos ojos verdes a la platinada que parecía estatua—. Venga, señora, sin miedo. Está en su casa.

Elsa asintió caminando junto a Sarah hasta la cocina, yo junto a ellas.
Nos hizo una cena que, ¿para qué mentir?, estaba más que deliciosa. Luego yo me dediqué a conocer mi nueva casa, dejándo a mi esposa sola, encontrándome con la oficina. Sí, una buena oficina donde al menos estaré distrayendome de mis problemas.

Ni un mes casado y ya deseo el divorcio.

—¿S-Se puede? —oí esa voz que me hizo cerrar los ojos.

—¿Qué quieres ahora? —como siempre, fui frívolo con ella.

—Es que... —hizo pausa, abrí los ojos girándome para verla fijamente, como apresurándola—, mi mamá estará de cumpleaños este Sábado...

—¿Y?

—Y e-ella quiere que vallamos —suspiró pesadamente— juntos...

¿Qué?

—No —niego—. No, ni loco voy a esa casa.

—¿Pero, por qué? —preguntó, y pude ver la confusión en sus ojos.

Ahora sí.

Tomé su rostro bruscamente provocando que soltara un respingo de la impresión. Como odio que me mire con esa inocencia fingida, que me hable con esa voz dulce como si no supiera el porqué estamos casados.
Mosca muerta...

—¿Por qué? —hablé con mis dientes apretados—, ¡porque tu familia no vale nada! ¡ni siquiera tu!. Si quieres ir, irás sola, sin mi, como a partir de ahora irás a los demás lugares. Conmigo no cuentes —la suelto sin cuidado, sus ojos me miraban cristalizados—, jamás.

—Y-Yo sólo... —intentó decir.

—T-Tu sólo... —Bufé, señalando la puerta— Vete antes de que pierda la paciencia contigo.

Asintió, obedeciendo de inmediato.
Maldita sea la hora en que me casé con ella.

(...) días después...

Atendí el teléfono sin ver quién era, la pelinegra que se encontraba en mis piernas me besaba el cuello sin perder oportunidad. La música era alta, y las luces de neón me comenzaban a molestar. Sin embargo, tener que pensar en regresar no me alegraba para nada.

—¿Sí?

Regresa de inmediato a tu casa —Mierda, mi padre—. Me decepcionas cada vez más, ¿cómo se te ocurre dejar sola a tu esposa y te mandes a cambiar?.

—¿Ella lo dijo? —fruncí el ceño, alejándome de la pelinegra a medida que tomaba mi chaqueta.

Sarah —cerré los ojos—. Jack, estás casado. Es hora de que sentes cabeza y la respetes, no que andes en cama y en cama con cuanta mujer se te cruce por en frente.

—Oh, claro —ironicé—. La trataré como una reina mientras ella nos roba dinero.

Oí el suspiro pesado de mi padre. A mi no me convencería tan fácil.

Créeme que esa chica es distinta. Yo lo sé, por algo con tu madre decidimos que sería una buena esposa —mi ceño se frunció más al oírlo—. Por su familia, creo en tus palabras.

—Como detesto que les haya lavado el cerebro... —murmuré, con furia hacia ella. Y colgué sin despedirme—, pero ya verá. Ahora si que no se salvará.

Sin importarme la mujer con la que hace minutos estaba, me largo de aquel bar para dirigirme a mi nueva casa. Una gran casa. Elsa me conocería, y no es lindo cuando lo hacen. Pude haber soportado que ella fingiera ante mi, ¿pero manipular a mis padres? Eso si que no.
Llegué, Robert se encargó de guardar el Audi mientras ingresaba a casa. Sarah me indicó donde ella estaba, y subí a la que era mi habitación. Oí unos pequeños sollozos, y cuando abrí la puerta, ahí estaba. Sentada junto a la ventana llorando con su rostro escondido por sus manos.
La agarré del brazo lanzándola a la cama sin cuidado alguno. De inmediato se aferró a la cabecera viendome con horror.

—¡¿Qué mierdas le has dicho a mi padre?! —exclamé enfadado, ella negaba solamente—. ¡Habla!.

—¡Nada! —me sorprendí al escuchar el casi grito que dio por primera vez. Las lágrimas seguían cayéndole por sus mejillas sin control alguno—. Y-Yo no he hablado con tu familia... —susurró, abrazándo sus piernas— N-No quiero hacer algo para enojarte.

—Pues lo haces —dije, frío.

—Lo sé —se encogió de hombros, atemorizada—. S-Siempre enfado a las personas, aunque no quiera. Pero yo no hice nada, te lo juro.

Iba a contestarle cuando algo llamó mi atención. Una bolsa de regalo se encontraba junto a la puerta haciendome recordar que hoy era Sábado. Día del cumpleaños de la madre de esta mujer.
¿Qué estaba haciendo aquí entonces?
Las palabras de mi padre se repiten una y otra vez en mi cabeza, odiandolo. No digo nada y me voy, sin comprender porqué lloraba si lo que más quería era asistir a esa fiesta.
Porque sí, aunque no quisiera la oía conversar con Sarah de vez en cuando —al parecer, se habían hecho amigas— y no podía evitar escuchar su alegría.

Y ahora, ¿qué pasa?
Sí, sabía que algo le habían hecho a Elsa Arendelle para que estuviera así.

¿Serán ciertas las palabras de mi padre?

Flechazo de amor |Jelsa| |TERMINADA|Where stories live. Discover now