Su viejo futuro.

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Desde hace cuanto fue que decidió volverse un paladín, no lo recordaba precisamente, en que punto de su niñez lo determinó, solo recordaba que lo eligió para poder proteger a su vecina, su mejor amiga y su enamorada. 

Ruariel, la hija del matrimonio de granjeros vecinos. Sus padres también eran granjeros en el valle sombraluna y su futuro muy seguramente también habría sido ese, como hijo mayor, en cambio en su hermano menor estaban las expectativas que se convirtiera en un ranger. La familia tenía puestas todas sus esperanzas en Valog. 

No fue hasta que en un ataque orco en la aldea, donde Ruariel corrió peligro que demostró por si mismo su valía. Cambiando su destino. 

Defendió con una asa a su amiga.  

—¡Eso fue peligroso!— Lo riñó su padre, cuando todo termino y estaban a salvo. Vió en sus ojos la decepción. 

Un gran Draenei que se quitó el yelmo luego de perseguir a los orcos hasta las afueras de la aldea. —Tiene un gran hijo ahí— le habló directo a su padre. —No cualquier Draenei defiende con lo que tiene en sus manos a su familia y amigos. El chico puede volver un excelente paladín. 

La esplendida armadura prístina y resplandeciente lo lleno de fervor y esperanza, su futuro como granjero, fue para él nada más que una obligación. Viendo a la distancia lo que quería hacer, salir de la aldea y ser aprendiz de un guerrero o un paladín, era su aspiración actualmente, pero sus padres le pedían ayuda con el arado cada día, más cada día los deberes en la granja, sus responsabilidades comían su tiempo y las ganas de salir de aquí. 

En sus brazos aún temblando por el momento de extremo peligro Ruariel susurró —¿Te irás?—. Era lo que él quería. 

—Lo pensaré— Frotó su mano contra su espalda hasta que dejó de sentir temblores de esta. No era su intención abandonarla, solo quería tener el poder y la fuerza para protegerla.

Su padre continuó discutiendo con el paladín por pretender hablar de lo que sería mejor para su hijo, pero en cuanto el grupo de vindicadores se fueron Vaal partió detrás de ellos, sin mirar atrás, lo hacía por su futuro y por el futuro de la mujer que lo cautivo. 

Su entrenamiento aunque tardío fue compensado por la fuerza y la templanza, que desarrollo en sus años trabajando el campo, los entrenamientos prácticos eran muy fáciles, por lo que se puso a la cabeza pronto y se adelantó con los de su edad. Antes de volverse un adulto ya pudo ser nombrado paladín, con una meteórica carrera llena de triunfos, volvió a su aldea para ir a pedir la mano de Ruariel, la tierna y delicada Draenei que esperaba pacientemente a sus cartas. 

La joven Draenei que estaba entrando en la edad de casarse, rechazaba a todos sus pretendientes. Una mujer grácil y educada, de hermosos cabellos violetas en una melena corta, con ojos azules y mirada amable, era evidente que tenía muchos pretendientes. Corrió a su encuentro, Vaal la recibió en sus brazos. En este punto en su vida no podía imaginarse siendo más feliz, lleno de una alegría optimista, fue a visitar a los padres de Ruariel para pedir finalmente su mano como un hombre digno de ella.

Antepuso su amor ante todo lo demás, su familia vio como su primer hijo visito a la familia vecina antes que la suya. El hijo mayor quien se haría cargo de todo lo que tenían, ahora era un vindicador, un renombrado paladín de mucho poder y respetado entre su gente. En su obstinación de asegurar su herencia con el mayor y darle todas las oportunidades al menor, sus dos hijos se fueron de casa. 

Vaal sintió que por fin tenía todo en sus manos, con la aprobación de sus suegros, el amor de Ruariel, la admiración de su hermano menor y el perdón de sus padres. Fue en este punto que los orcos llevaron sus comportamientos inusuales al máximo. 

La criatura.Where stories live. Discover now