Capítulo 3

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Terminé de escribir la tarea que había dejado un profesor y recogí mis cosas para salir del salón. A lo lejos vi a mi mejor amiga, Teresa, y le agité una mano, ella me devolvió el saludo y subio sus anteojos sonriéndome. Inmediatamente apresuré mi paso hasta estár a su lado y después camine más lento para no ponerla a correr.

—¿Estudio en mi casa? —cuestionó Teresa.

—Toca en la mía, además mi madre está en casa cocinando —mencioné subiendo y bajando mis cejas varias veces.

—Me has comprado —aseguró risueña— Sabía que no debía decirte mis gustos.

—Error común —bromeé y ambos paramos a guardar nuestros libros en nuestros correspondientes casilleros.

En ese instante comenzó a sonar mi teléfono y al ver el nombre del conctato revoleé los ojos. Era Jazmín. Respiré hondo y llevé mi mano con mi teléfono al lado de mi oreja para responder.

—Dime.

—Se saluda primero —indicó Jazmín—. Hola. Si de verdad quieres tu como se llame de vuelta me mandarás tu dirección. Voy a estudiar a tu casa dentro de una hora.

—Pero... —dije y me calle al oír el pitido del teléfono. Me colgo.

—¿Quién era? —indagó Teresa.

—Jazmín —contesté masajeandome con mis dedos la sien—. ¿Recuerdas que te dije que me hizó un trato?

—Si —contestó confusa la pelinegra que tenía como mejor amiga.

—Quiere ir hoy a estudiar en mi casa.

—Entonces tendremos que estudiar juntos otro día —dijo Teresa y suspiró—. Adiós a la comida de tu madre.

—Ven a mi casa también. Ella no dijo nada de no llevar compañía —indiqué sonriendo.

—Lo sé, pero prefiero no unirme.

Al verla decidida asentí y nos fuimos juntos hasta la parada.

...
(

Más tarde)

—¡Mamá tocan la puerta! —grité desde mi cuarto y seguí haciendo mis tareas sentado en el piso.

Después de unos segundos tocaron la puerta de mi cuarto y al abrirla vi a Jazmín. Ay, madre mía, ¿por qué la dejas entrar? Tenía que haberla botado.

—Buenas —saludó animada la señorita popular—. ¿Se puede entrar?

—Claro —contesté neutro.

Ella sonrió y entró en mi cuarto mirando a todas partes. Yo cerré la puerta y volví a sentarme en el piso.

—¿Nos sentaremos en el piso? —cuestionó Jazmín.

Cuando asentí ella se sentó con un poco de disgusto y abrió el bolso que traía sacando del mismo libreta y lápiz.

Pedí paciencia interiormente y comencé a explicarle la clase de hoy de aritmética. Sinceramente quedé impresionado. Jazmín era una chica inteligente. No por ser popular era tonta y lo demostró al entender todo lo que le enseñe.

¡Devuélvelo!Where stories live. Discover now