Cap 5: Secuentro Negro.

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Kai 

Mi celda tenía un olor putrefacto, las cadenas en mis pies y manos tenía ya un color bastante desagradable, gracias a mi sangre. El olor a rosas que inundaba mis fosas nasales al estar dentro del palacio, ya no estaba. La molesta sonrisa de Froilán se había desvanecido hace ya un tiempo, ya ni siquiera tenía fuerzas para hablarme. 

Por años él fue quien me sostuvo en todo momento, pero ahora ya no queda nada de ese hermano que me reconfortaba después de aquellas golpizas de aquel bastardo. 

Me dolía, sin embargo, no lo demostraba para no avivar su dolor. Por momentos quería decirle que teníamos motivos para seguir luchando, pero luego recordaba que de nada iba a servir. 

—¿Kai? —La frágil voz de mi hermano me saca de mis pensamientos. 

—Aquí estoy Froilán. —lo calmó. 

—¿Cómo está? —pregunta y rápidamente sé dé quién habla. 

—Igual que nosotros. —por más que quiera mentirle, no puedo. 

—¡¡Joder!! —grita golpeando su plato de comida. —Necesitamos salir de aquí. 

—Lo sé, lo sé hermano. —suspiro dándole la razón. 

Unas pisadas provenientes del pasillo, suenan de la nada, poniéndome alerta. Dos hombres pertenecientes de la guardia real, abren mi celda y entre los dos me toman por los hombros para luego tomar mis cadenas y llevarme afuera de mala gana. 

—¿A dónde lo llevan? —Froilán por primera vez desde hace meses se levanta del suelo de la celda. 

—Calma, yo puedo con esto. —Le aseguro dejando que me lleven a no sé donde. 

—¡¡Kai, no te atrevas a dejarme tú también!! —sus palabras me hacen un nudo en la garganta al recordar a nuestra pequeña. 

—¡¡No digas estupideces Froilán, me conoces mejor que nadie!! —es todo lo que logro decir antes de estar muy lejos de su celda. 

Subimos en silencio las escaleras por varios minutos hasta que logró ver un pequeño destello de luz debajo de la inmensa puerta hecha de Nirgen y protegida por magia. 

—Puedes abrir. —Uno de los guardias habla a su reloj. La orden no tarda en acatarse, la luz me ciega por varios minutos una vez la puerta es abierta. Al no moverme, mi cuerpo es arrojado a los pies de alguien que no logró distinguir. 

—¡Ah! Qué asco. Métanlo a las duchas. —por su voz logró saber que es una mujer. 

—Pero, se puede escapar. 

—¡Qué lo metan a las duchas! Yo me encargo de vigilarlo. —mi cuerpo es levantado del suelo y llevado hacia las dichosas duchas. Sin esperar a que me quite la ropa, agua helada me es lanzada de la nada. 

Mi cuerpo no tarda en temblar por el agua, sin embargo, no me quejo, puesto que cosas peores he soportado. Al menos el agua logra quitar un poco el olor que emano y la suciedad de todo este tiempo. 

Se me hace imposible creer que haya pasado más de un año desde que nos encarcelaron. Tanto han cambiado las cosas para mal que se me hace lento procesar todo. 

De manera “amable” los guardias me ordenan cambiarme, sin decir nada lo hago y salgo de nuevo con las cadenas, arrastrándose a cada paso que doy. 

—Listo, ¿algo más? —pregunta el guardia a la mujer que esta vez logró ver. 

—Nada, el resto puedo hacerlo yo. —la mujer me mira fijamente antes de sonreír y chasquear los dedos, partiéndome el cuello en el proceso. 

Reino del olvido [#02] Where stories live. Discover now