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Me quiero largar. Quiero ir por mis hijos, regresar a mi casa y encerrarme con ellos, abrazándolos mientras su calor me hace saber que todo estará bien.

Escucho pasos apresurados detrás de mí y juro que por un momento pienso en girar al pensar que es Agus, pero la voz tan conocida hace que mi necesidad de correr y escapar incremente más y más.

—¡Detente! Joder.

—¡Jódete! Es mejor que dejes de seguirme porque no pienso aguantarme de lo que quiero hacer.

—¿Hacer qué? ¿Besarme? ¿Decirme que me extrañaste? ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué te diga que yo tam...?

Maldito cínico.

No dejo que termine de hablar, giro de manera brusca y choco la palma de mi mano con su mejilla haciendo que ambos nos detengamos inmediatamente con la respiración acelerada y el pecho subiendo y bajando.

—Te dije que dejes de seguirme, no quiero verte, no quiero escucharte y definitivamente no quiero besarte ni decir que te extrañé, porque no es así. No extrañé a el poco hombre que me mando a abortar a quienes serían mis hijos y que me dejo como basura por un puesto de trabajo.

Su expresión contraída y su mandíbula apretada es señal de que le dolió, y no el golpe, si no las palabras. Mi pecho se aprieta cuando da un paso hacia mí.

—¿Dónde están ellos? —pregunta con los dientes apretados

—No lo sé —miento con la respiración agitada y las manos temblorosas, con ganas de romperme en llanto— ¿Dónde van los niños cuando los abortas?

Odio mentir, odio negar la existencia de los pequeños que más amo en el mundo y que cambiaron mi vida, pero él no merece saber de ellos, no merece ni siquiera saber sus nombres, no merece nada.

Odio que todo sea así y que definitivamente todo haya sido tan rápido, que a tan solo unos días de haberlo vuelto a ver me pregunte por quiénes nunca quiso, pero lo que más odio es saber es que él posiblemente es muy feliz con su esposa y su hijo, odio que si los haya querido a ellos y que a mis hijos y a mi simplemente nos haya desechado, lo odio por eso y me odio a mí por haberme permitido enamorarme de alguien como él, por haber llorado por su ausencia y por haber pensado que en algún momento el volvería y sería feliz con nosotros cuando claramente eso jamás pasará, porque no lo quiero más en mi vida y definitivamente no lo quiero en la de mis hijos.

Soy una egoísta de mierda, pero él no pensó en mí nunca, no tengo porque pensar en él después de tantos años.

—¿Lo hiciste?

—¿Qué otra cosa haría? ¿Tener dos niños sola? ¿Condenar a mis hijos a una vida sin un padre? No permitiría que ellos pasen por eso, jamás. Y no me arrepiento, porque meses después me enteré que fui el cuerno y que además tenías una prometida con quien ibas a tener un hijo y con quien si decidiste ser feliz —digo con el corazón hecho pedazos y el pecho ardiendo en tristeza por recuerdos que me hacen una bola de nervios y ansiedad.

—Castaña...

—Nunca más en tu maldita vida me llames así y vuelve a desaparecer de mi vida, no te necesito y no te quiero en ella —duele, duele demasiado.

Estoy por dar la vuelta para irme de una vez, pero su mano se aferra a mi muñeca.

—¿Vives en ese apartamento?

—¿De qué hablas? —pregunto soltándome de su toque, retrocediendo e intentando no sentir el olor que desprende su cuerpo.

—El departamento, en el que te vi con Asher —su cuerpo está tenso y juro que quiero salir corriendo.

—No —solo digo eso porque siento mi cabeza dar vueltas, camino lejos de él dejándolo hablando solo mientras salgo de la empresa y subo a mi auto, mirando la hora y negando al ver que aún es muy temprano. Conduzco a un centro comercial cercano y no tardo en perderme dentro de él.

Ni siquiera me retengo, casi corro a la sección de juguetes buscando algo para mis hijos. Realmente a Hayley le encantan los autitos de juguete y al ver un set de autos con cincuenta de ellos ni siquiera tardo dos segundos en tenerlo en el carrito, a Hunter le encantan los juegos de memoria y eso definitivamente me hace pensar que será mucho más inteligente de lo que yo lo soy, es por eso que tomo un par de juegos de mesa, memoria e interactivos para poder obsequiárselos.

Mis ojos están llenos de lágrimas mientras camino por los pasillos del lugar, intentando distraer mi mente de todo lo que pasó, pero simplemente no puedo, es difícil, muy difícil y complicado.

Suspiro llegando a la caja para poder pagar las cosas y mientras hago la fila reviso mi móvil el cual suena con insistencia.

Mis alarmas se alteran cuando leo el nombre de la profesora de mis hijos en la pantalla y no tardo en deslizar mi dedo por esta para responder.

—¿Hola?

—Señorita Heather, la necesitamos urgentemente en la escuela. Hunter tuvo un pequeño accidente y...

—¿Qué? ¿Qué pasó? —pregunto corriendo hacia fuera del lugar y subiendo a mi auto, prendiéndolo y arrancando sin esperar ni un segundo.

—Él... él solo se cayó, pero no deja de sangrarle la nariz y...

—¡Maldita sea! —golpeo el claxon cuando un auto se cruza— Voy para allá —acelero cuando el llanto de mi hijo se escucha de fondo y la desesperación cubre mi ser.

Todo estará bien...

Todo estará bien...

Todo estará bien...

Es lo único que se reproduce en mi mente una y otra vez intentando tranquilizarme a mí misma, el camino parece ser interminable. No sé ni cómo logro estacionarme, pero entro a la guardería como una loca mientras busco el salón de mis pequeños, cuando doy con él empujo la puerta y la situación me pone los pelos de punta.

Hunter sosteniendo un pedazo de papel en su nariz con los ojos rojos mientras Hayley llora y la maestra me mira con terror. 





Quizás algún díaWhere stories live. Discover now