𝐏𝐀𝐑𝐀𝐍𝐎𝐈𝐃 | e.m. (en edición)

eighteen

"pretty"

Angie seguía dormida sobre el sofá de la casa de Eddie, con una manta de calaveritas sobre su cuerpo. Los créditos de la película que había estado viendo se mostraban en el televisor frente a ella, Eddie ya no estaba en el sofá sentado a su lado y siento utilizado como un almohada por parte de la pelinegra.

En su lugar se encontraba limpiando los restos de los envases y bolsas de comida que habían estado comiendo antes de que Angie se quedara dormida sobre el. De paso limpió el desastre de el cocina, había mucho platos sucios por todas partes.

La menor se removió en su lugar, tomando conciencia por el leve ruido de la televisión mostrando los créditos y unas botas que caminaban de un lado a otro limpiando.
Abrió lentamente sus ojos y lo primero que vio fue a Eddie recoger las bolsas de frituras en la mesita de café frente a la mesa, pasando un trapo húmedo para limpiar la superficie de esta.

Hasta se mira lindo limpiando, no pudo evitar pensar.

Escuchar los ligeros quejidos de Angie hizo que girara su cabeza para mirarla, una sonrisa se forma sobre sus labios al verla parpadear para adaptarse a la poca luz de el día que quedaba.

- Hola, Bella Duermiente - La saludo. Angie gruñón suavemente y se talló los ojos a la par que se sentaba sobre el sofá.

- ¿Cuanto dormí? - Pregunto en un susurro.

- Un buen rato, créeme - Puso las manos sobre su cadera, mirándola desde donde estaba.

- ¿Hize algo extraño mientras dormía? - Pregunto pasando sus dedos por su cabello negro en un intento por peinarlo y deshacerse de los pequeños nudos.

- Si, comenzaste a hablar en latín e invocaste demonios - Bromeo - Me parece que el de el culto satánico es otro - Angie le lanzo un cojín que Eddie atrapó con agilidad sobre su estómago.

- Tonto - Murmuró sacándole una risita a Munson y se estiró - ¿Tienes un teléfono? Necesito comunicarme con papá antes de que me de por desaparecida - Eddie asintió.

- En la cocina pegado a la pared, a un lado de el refrigerador - Apunto hacia donde le dijo. Angie se levantó, con ayuda de Eddie, de el sofá y caminó hasta la cocina.

El mayor sonrió levemente al ver a Angie medio dormida, caminando por su cocina y con su manta de calaveritas envuelta sobre sus hombros como un capa. Se dio la vuelta antes de verlo por última vez y siguió limpiando el resto de desastre que quedaba sobre su sala de estar.

Angie tomo el teléfono de los Munson y marco el número de su casa, rezando para que su padre siguiera en casa aún, tenía otra cita con la misma señora que había conocido en ese dichoso supermercado.