𝐏𝐀𝐑𝐀𝐍𝐎𝐈𝐃 | e.m. (en edición)

twenty nine

"heroes"

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Angie cruzó sus brazos en un intento por adquirir más calor, Eddie le había pasado su chaqueta para que cojiera más calor de el frío de la noche. Su nariz y mejillas están rojas por el viento helado.

Vio a los chicos meter todos sus instrumentos dentro de la camioneta de Eddie, se quejaban de el frío pero el mayor les decía que se dieran prisa. Dustin se paró a su lado, junto sus manos con su boca y soplo sintiendo el aire caliente venir de su cuerpo golpeando las palmas de sus manos.

- Iré con Steve - Hablo después de unos segundos. Angie giró su cabeza para mirar a su hermano y asintió.

- No llegues tan tarde, Eddie y yo veremos una película en casa - Dustin la abrazo brevemente antes de caminar hasta el auto de Steve y subirse a la parte trasera. Robin ya venía medio dormida en el asiento de copiloto.

La chica vio como Eddie terminaba de hablar con los chicos sobre una reunión que tenían mañana por la navidad para una repartición de regalos y decidió acercarse para subir al auto.
Se despidió de todos nuevamente con un abrazo y fue ayudada por Eddie para subir.

- Jesucristo, me estaba congelado ahí afuera - Cerró la puerta, encendió la calefacción y tomó la mano de Angie entre la de el.

- Yo no siento mi cara - Respondió ella entre risas. Miro a Eddie reír ligeramente y tomo su mano sintiéndose más cálida - Me gustó mucho la canción - Acerco un poco su cuerpo al de el y planto un beso sobre su mejilla - Gracias - Eddie sonrió enternecido con una ligera capa de rubor natural sobre su rostro y conducio.

La música sonaba ligeramente por la radio de la camioneta e inundaba sus oídos con musica navideña ridículamente cursi. Angie se sorprendió cuando Eddie le pidió que dejará la radio sintonizada ahí cuando estiro su mano para intentar cambiar de estación.
Descubrió rápidamente que Eddie apreciaba mucho la navidad y halloween, le contó que en halloween su tío solía ayudarle para armarse disfraces e incluso había llegado a maquillarlo si lo necesitaba.
En navidad ambos hacían las compras para la cena en la mañana, usaban suéteres ridículos y envolvían sus regalos en secreto para dejarlos sobre el árbol navideño. Era tonto, pero a Eddie le encantaba.

Y ahora tenía otra razón para amar la navidad y noche buena gracias a Angie.

Después de unos minutos de conducir por medio pueblo simplemente para matar tiempo y de escuchar música navideña una canción, que Angie describiría más tarde como mística y mágica, comenzó a sonar por todo el auto.