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— ¿Seguro de que esto es una buena idea? — le pregunté mientras vigilaba que nadie nos estuviera viendo.

— ¿Prefieres morir de hambre? — dijo Eddie, sin dejar de mover el pequeño clavo en el cerrojo de la puerta.

La comida se nos había acabado esta mañana y cuando nuestros estómagos comenzaron a hacer sonidos extraños y, si me peguntan a mí, un poco perturbadores, fue cuando caímos en cuenta de nuestranecesidad basica de nutrición. Intentamos comunicarnos con los chicos por el Walkie-talkie varias veces sin éxito. Supongo que tienen cosas más importantes de las que ocuparse afuera que unos pobres muertos de hambre.

Eddie tuvo la arriesgada idea de irrumpir en la casa forzando la cerradura. El plan (no creo que fuera un plan siquiera) era que Eddie forzara la cerradura de la puerta trasera con pequeño clavo oxidado que había logrado arrancar de una mesa y entonces, sin ser vistos por nadie, entraríamos y encontraríamos montones de comida en excelentes condiciones.
La cantidad de desviaciones posibles era, en exceso, más de la que deberíamos aceptar… supongo que en este caso se aplica la frase “Tiempos desesperados, requieren medidas desesperadas”.

Mientras vigilaba, escuché el suave clic del cerrojo de la puerta.
Eddie giró sobre sus pies estirando los bazos mientras mostraba una de sus típicas sonrisas socarronas — Te lo dije, Alicita. Soy el mejor — Sonreí mientras rodaba los ojos

— Me alegra que tengas tanta autoestima — le dije mientras pasaba por la puerta.

Lo primero que sentí fue un olor particular; la humedad que solo la madera mas vieja y descuidada puede emanar. Eso me hizo pensar en cuanto tiempo llevaba abandonada, quizás meses. Los platos sucios en la mesada de la cocina, el cenicero lleno de colillas y las botas de la entrada me hacían pensar que quizás la partida del misterioso amigo de Eddie no había sido planeada.

Eddie estaba comprobando si a electricidad funcionaba subiendo y bajando repetidas veces el interruptor de la cocina — Sabes que con un intento bastaba, ¿no? — pregunté mientras sonreía burlonamente con mis brazos cruzados sobre la mesada.

El chico me sacó la lengua mientras aumentaba la velocidad con la que subía y bajaba el interruptor. Rodé los ojos divertida y me giré a comprobar si el agua funcionaba, por suerte sí; el gas también.

A mi lado, Eddie comenzó a abrir alacena por alacena en busca de comida — ¿Ya te aburriste de jugar con la luz, niño grande? — pregunté en tono de burla.

— Si, fue un juego sumamente estimulante — me siguió la broma. Solté una pequeña risita mientras negaba divertida — No... no... no — decía cada vez que revolvía los cajones y repisas buscando comida sin éxito. En la última de las alacenas se quedó callado por un segundo —, sí — se volteó a mirarme y agitó al lado de su rostro, un lata considerablemente grande de fideos pre cocidos con salsa de tomate –. Esto servirá – No pude evitar hacer una mueca de desagrado –. No seas quisquillosa ¿Acaso tienes una mejor opción?

Suspiré — Supongo que no — dije mientras buscaba una olla o cacerola para calentar la aberración culinaria que tocaba comer.

Eddie sacó del bolcillo de sus jeans un encendedor especialmente bonito con las iniciales "W.M" gravadas en la base. Supuse que se trataba de las iniciales de su tío. Se inclinó ligeramente hacia atrás para prender una de las hornallas. Fue particularmente difícil; el estado del horno no era el mejor.
Una vez hubo prendido la hornalla, apoyó su mano derecha en la mesada y acomodó su mano izquierda en su cadera. No pude evitar sonreí abte su pose, mientras abría la gigantesca lata y la colocaba en una vieja cacerola. El olor de los fideos era... sospechoso cuanto menos.

𝕁𝕦𝕤𝕥 𝕝𝕚𝕜𝕖 𝕄𝕦𝕤𝕚𝕔 | 𝙴𝚍𝚍𝚒𝚎 𝙼𝚞𝚗𝚜𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora