24

584 84 7
                                    


¸¸♬·¸♫·¯·♪¸¸♩·¯·♬¸¸

— ¿Cuál es el plan exactamente? — le susurré lo suficientemente alto como para que me escuchara por sobre el estridente ruido de la obra y lo suficientemente bajo como para que nadie nos descubriera.

— Robar uno de sus Walkie-talkie — respondió decidido en el mismo volumen.

— ¿Cómo planeas que hagamos eso?

Un trabajador comenzó a acercarse en un ligero trote despreocupado. Vimos como hablaba con alguien de algo que no llegamos a entender debido al ruido. Inmediatamente nos agachamos para que no viera nuestras cabezas por detrás de la vieja camioneta. El hombre arrojó su cinturón de herramientas encima de las maderas acumuladas en la caja de carga y corrió al baño con urgencia. Una vez que la puesta estuvo cerrada con el hombre adentro, Eddie decidió asomarse. Lo vi sonreír con satisfacción y estirar su mano para alcanzar algo, un Walkie-talkie. Lo alzó a la altura de sus ojos con una mano mientras me miraba.

— Justo así — dijo con un tinte de esperanza. Le devolví una pequeña sonrisa.

Tal y como llegamos, nos fuimos. El ruido constante de la obra nos ayudaba en nuestro objetivo de no ser descubiertos, así que, en realidad no fue una tarea especialmente complicada.
Una vez en terreno seguro, pudimos dejar de preocuparnos y empezar a caminar con normalidad a donde nos habíamos asentado, una roca gigante en el medio del bosque.

— No puedo creer que fuera tan fácil — le dije.

— Yo tampoco, pero es mejor no cuestionar los golpes de suerte — contestó.

— Tienes razón — técnicamente se trataba de una mera superstición. Pero, en general, no era un buen momento.

Eddie comenzó a ajustar la frecuencia de la radio al canal que usábamos para comunicarnos con los chicos; necesitábamos ayuda pronto. Aunque ya estábamos más tranquilos en comparación con la noche anterior, se podía sentir una especie de nube negra acumulada sobre nosotros esperando para estallar.

Cuando llegamos a la roca, ambos nos acuclillamos, uno al lado de otro. Eddie, sin tomarse más tiempo, intentó comunicarse con los chicos.

— Peter, ¿me oyes? ¿Dustin? ¿Wheeler? ¿Alguien?

Y como si fueramos capaces de respirar despues de mocho, escuchamos voces del otro lado de la línea — Eddie, por dios ¿Están los dos bien? — la voz de Dustin salió por el pequeño parlante.

— No. Estamos muy lejos de estar bien — dijo mientras negaba con un irónico tono divertido. Supongo que le resultó más fácil decirlo de esa manera que expresar también en sus modos lo aterrado que estaba. Sonaba a algo que Eddie haría, esconder sus sentimientos detrás de una superficial capa de sarcasmo y despreocupación.

— ¿Dónde están? — preguntó esta vez Peter.

— En la Roca Calavera. ¿Saben dónde está?

— Si. Cerca de Cornwallis y… — volvió a hablar Dustin.

— Garrett, sí. Sé donde es — lo interrumpió una voz que, supuse, era la de Steve.

— Aguanten. Ya vamos — Nos tranquilizó Dustin antes de cortar definitivamente la llamada. Ahí, después del alivio momentáneo, sentí como la nube me caía encima.

El silencio. En ese momento caí en cuenta de lo ruidoso que puede resultar. Ruidoso, ensordecedor y abrumador. Quizás es por eso que Eddie intenta evitarlo a toda costa. Cuando hay silencio, es difícil ignorar las cosas. Está todo ahí. Y no puedes deshacerte de ello. Yo solía poder pensar en nada en concreto. Pero desde ese día, ese fatídico día, supe que no sería tan fácil, nada sería tan fácil.

Esa tarde, pensé por primera vez en rendirme. La tentación de no hacer nada era demasiado fuerte o mi espíritu estaba demasiado golpeado como para resistir.
Sé que no somos culpables, sé que es injusto y sé que debería, por lo menos, intentar salir de esta… pero ¿Cómo? Nadie creería jamás la historia de un villano de otra dimension que ataca adolecentes con sus poderes mágicos. Una buena trama para una película quizás, pero nada más alejado de la realidad.
Me sentía como si estuviera hundiéndome en arena movediza. La tristeza se apoderaba a pasos lentos de cada parte de mí ser… y lo más triste de todo es que ni siquiera me resistí.

Eddie estaba con la cabeza gacha jugando con uno de sus anillos. Algo en su expresión me revolvió las entrañas. Verlo igual o peor que yo, no hizo más que preocuparme. Podía jurar que en sus ojos se reflejaban recuerdos felices, pero ahora manchados por la amarga sensación de la pérdida irrecuperable, la tristeza y la impotencia de no poder hacer nada al respecto.
Lentamente y sin meditarlo demasiado, llevé mi mano a su espalda en una torpe muestra de apoyo. El chico volteo su cabeza para mirarme y me dedicó una pequeña mueca que, a mi entender, intentaba ser una sonrisa.

— ¿Crees que algún día podremos volver a nuestra vida normal? – preguntó mientras me miraba con sus grandes ojos cafés al borde del llanto.

Pensé como decirlo. Solo con eso, un gran vacío apareció en mi pecho — No. Creo que jamás volverá a como era antes y tampoco seguirá por un camino natural — le respondí una vez pude elaborar una respuesta. Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos y también en los de él.

— Si… lo sé — dijo apenas con un hilo de voz.

Estábamos sentados apoyando nuestras espaldas en la roca. Solo era capaz ver un futuro miserable, tan miserable que no lograba encontrar una razón para seguir. Hasta que sentí su tacto, su mano sobre la mía.

— Vamos a superarlo — dijo sin mirarme a los ojos, como si se avergonzara.

De repente, las cosas ya no eran tan oscuras, no todo estaba perdido. Pude pensar en las razones por las que debía intentar seguir adelante; quiero ir a la universidad aunque me dé miedo; quiero visitar Europa; quiero mudarme a una linda y modesta casa con cientos de libros; quiero tener un gato y ponerle de nombre Jonas; quiero envejecer para finalmente experimentar la increíble anarquía de la tercera edad, parece como si los años y la experiencia liberaran al ser humano de sus más profundas inhibiciones; quiero poder darle las gracias a mi padre por estar siempre; quiero abrazar a los chicos para que sepan lo importante que es su amistad para mí y quiero animarme a decir todo lo que me da miedo decir. Quiero vivir y vivir tanto que pueda finalmente decir que estoy lista para morir. 

— Si — dije secando mis lágrimas y esbozando una pequeña sonrisa.

Entrelace nuestros dedos, solo pude ponerme nerviosa. Miré hacia otro lado rápidamente.
Eddie soltó una pequeña risa nasal para luego afirmar un poco más el agarre.

— Eres linda cuando estás sonrojada — lanzó de golpe, como si sus palabras no tuvieran peso alguno — Quiero decir… eres linda todo el tiempo, no solo cuando te sonrojas – aclaró acelerado la voz un poco nervioso.

En un susurro muy bajo y un poco agresivo lo oí decirse a sí mismo “callate” repetidas veces. No pude evitar salir de mi estado de shock para soltar una sonora carcajada.

Me di vuelta a mirarlo mientras sonreía (probablemente, también estaba sonrojada) — También eres lindo, Ed — Por supuesto y para sorpresa de nadie, deseé que la tierra me tragara.

Eddie hizo una mueca como si estuviera evitando sonreír e inmediatamente después se tapó la boca con la mano, se pasó la mano por toda la mandíbula y la volvió a su posición original. No pude parar de reír ligeramente mientras lo hacía. 

— ¿Crees que soy lindo? ¿De verdad? — preguntó finalmente.

Ahora yo era la de las muecas extrañas – Por supuesto. Tan lindo como un bacalao — me burlé para disipar mi notoria ansiedad.

— Muy graciosa — dijo mientras negaba con una sonrisa.

— Peter se hubiera muerto de la risa

— Definitivamente — dijo entre risas.

En ese momento pensé “No se me ocurre mejor persona para estar en este momento”. Y así me sentía, un poco como en casa, aunque todo a mi alrededor estuviera desmoronándose.

___________________

𝕁𝕦𝕤𝕥 𝕝𝕚𝕜𝕖 𝕄𝕦𝕤𝕚𝕔 | 𝙴𝚍𝚍𝚒𝚎 𝙼𝚞𝚗𝚜𝚘𝚗Where stories live. Discover now