Aparece el Emperador (3)

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La partida de caza se acercó lentamente hacia donde estaba. Cuando pude escuchar los relinchos de los caballos, me incorporé. El sol había comenzado a bajar.
A lo lejos, un grupo de diez personas cabalgaba en mi dirección, algunos ya portaban antorchas. Parecían una aparición.
Me puse de pie con dificultad. Uno de los soldados que acompañaba al emperador me vio y se adelantó hasta mí al galope. Se detuvo a unos tres metros, con una antorcha en una mano y la empuñadura de la espada en la otra.

Esta parte no aparecía en la novela. Y nunca había llegado a los extras.

—Quién es usted? Se encuentra en tierras privadas de Su Majestad el Emperador, abandónelas inmediatamente. —Clamó.

—Mi nombre es Rashta. Y nada me gustaría más que seguir mi camino, pero lamentablemente me encuentro impedida. —El hombre frunció el ceño y comenzó a desenvainar su arma. El emperador y sus acompañantes estaban ya más cerca, así que podían oírme. —Agradecería algo de ayuda. —En cuanto termine de decir esas palabras, lo vi.

Sovieshu Vikt, en todo su estéril esplendor. Realmente era un hombre guapo, guapísimo, casi angelical.

Pero lo detestaba con la fuerza de mil soles. Había hecho sufrir muchísimo a Navier y–

—Ayuda para qué? —Preguntó, haciéndole un gesto al soldado para que guardara la espada.

Hasta su voz era hermosa. Tal cual como la había imaginado. Me miraba con desconfianza, pero no dejaba que eso opaque su aura de grandeza. Decidida a no caminar los pasos de la verdadera Rashta, respiré hondo.

El zorrito había dicho que el juego comenzaría en cuanto pusiera mi pie en el palacio, pero no iba a actuar como un cordero herido y llorar como lo haría ella. Puse a un lado todos mis sentimientos y saqué mi profesionalismo de educadora.

—Su Majestad el Emperador —Cuando intenté reverenciarme, la cadena de la trampa en mi tobillo tintineó. La cosa mordió mi carne con más fuerza y no pude evitar un gesto de dolor. Me desequilibré, casi cayendo. Ante eso, Sovieshu cambió su expresión dura por una de preocupación y adelantó su caballo a pesar de las advertencias del soldado.

—Estás herida?

—Sí, Su Majestad. Caí en esta trampa el día de ayer. —Señalé mi pierna. —Quisiera poder irme, pero no tengo la fuerza para soltarme.

—Estuviste aquí toda la noche pasada? Y todo el día de hoy? —Asentí. Me miró a los ojos por lo que pareció una eternidad, escudriñando la verdad. Cuando pareció satisfecho con lo que veía, llamó con un gesto al soldado que observaba la situación y le ordenó soltarme. Tras eso, bajo de su caballo y se acercó, señalando la trampa que su subordinado estaba desarmando. —Esta es una de mis trampas. Por favor, permíteme hacerme cargo de tu recuperación.

—Oh, no, Su Majestad, jamás podría– —Y desde cuándo nos tuteábamos, eh, Sovieshu?

—Insisto. —En cuanto me sonrió, me sentí derretir. Era aún más guapo así.

Me di una patada en el culo mental. Es Sovieshu, por el amor de Dios! Su familia comparte una única neurona y siempre se saltan su turno. No voy a caer por su cara bonita.

Aún así, asentí una vez más. El emperador, satisfecho, dio la orden de armar un campamento.

'Campamento? Por qué o para qué?'

Sovieshu interrumpió mis pensamientos.

—Cómo dijiste que era tu nombre?

—Soy Rashta, Su Majestad.

—Encantado de conocerte, Rashta.

—El placer es mío, Emperador Sovieshu. Le agradezco profundamente por su ayuda.

Ayuda! Reencarné en la Rata!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora