Cambiar las tornas (28)

1K 149 37
                                    

—Oh. Deberé comentarle el asunto a alguien, entonces. No podemos permitir que los invitados terminen encerrados en sus cuartos... —Sonreí nerviosamente. Ergy, aún a mi lado, apoyó el hombro en la pared sin quitarme la mirada de encima. Su expresión era agradable, pero sabía que tramaba algo.

Tenía que salir de ahí cuanto antes.

Tal vez... Volteé hacia la puerta e inspeccioné la cerradura. Si la congelaba o algo así, quizás la haría saltar. Miré mis manos. No era buena con la magia fina. Con mi suerte, la cosa terminaría explotando en mil pedazos y lastimaría a alguien... Maldición.

Ergy se movió a mi espalda y observó por sobre mi hombro. Su mejilla prácticamente pegada a la mía. Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar y alejarme.

—Tal vez...

Tomó el pomo de la puerta una vez más y lo giró nuevamente. Esta vez, la puerta cedió fácilmente. Entendí por qué cuando las voces al otro lado llegaron a mis oídos.

Los nobles que habían abierto hicieron silencio al vernos. Sus expresiones cambiando rápidamente por la sorpresa mientras sus ojos iban del Duque a mí. Reaccioné como un ave a la que le abren la puerta de su jaula.

—Lo siento! Con permiso! —Me escurrí entre ellos antes de salir disparada por el pasillo. Necesitaba alejarme de Ergy cuanto antes.

Aún no tenía respuesta de Heinrey. En qué mierda pensaba el inútil ese!? Tal vez esto no tenía nada que ver con él? Maldije en voz baja.

Llegué a mi habitación sin haberme calmado ni un poco. Arian, que repasaba las ventanas, se apresuró a mi lado al verme jadear. Jun alzó la cabeza desde el sofá curioso ante el escándalo. Giró la cabeza al mismo tiempo que lo sentí hurgar mis recuerdos.

Podía hacer eso?

—Vizcondesa, se encuentra bien? Qué sucede? —Me recosté en la pared, tratando de recuperar el aliento. No podía permitir que el tipo ese tuviese ese efecto en mí. Por qué estaba tan asustada? No tenía nada en mi contra. Ni mi amistad, ni pagarés, ni rumores malintencionados. Nada.

—Tuve... —Respiré hondo, eligiendo mis palabras con cuidado. —Un encuentro desagradable con alguien, eso es todo. —Me tomó del brazo para guiarme al sofá con expresión contrariada.

—Debería tener Damas de Compañía. Nosotras no podemos estar con usted continuamente. Por qué el Emperador no le asign- —Se llevó la mano a la boca, callándose. —Lo siento, Vizcondesa! Lo siento! No debería- —Mi risa fue lo que la silenció esta vez. Me observó, perpleja.

—Gracias, Arian! —La abracé, incapaz de contenerme. —Gracias por preocuparte por mí! —Aquella mujer tendría unos 35 años, solo cinco más de mi edad real. Pero a Rashta le llevaba unos 15. Era normal que se pusiera sobreprotectora.

Cherry, Kate y Delise llegaron en ese momento con el carrito de la comida, seguidas de cerca por Ser Rorkin, que evitó mi mirada deliberadamente quedándose en la puerta.

—Vizcondesa! Justo a tiempo! —Exclamó Cherry.

Las observé poner los platos en la mesa frente a mí con una sonrisa.

Estaba rodeada de gente buena, que me querían como yo las quería a ellas. Incluso apreciaba al parco guardia que me seguía como mi sombra. Jun saltó a mi falda y se hizo un bollo para continuar su siesta.

Era imposible que nada me tocara.

Tomé la taza de té que me ofrecían, dejando de pensar en cosas horrendas.

—Ah! Delise? —Levantó la vista del pastelito que acababa de morder para prestarme atención. —Eres soltera? —Parpadeó ante la pregunta, pero asintió. —Y no tienes pretendiente? —Negó.

Ayuda! Reencarné en la Rata!Where stories live. Discover now