De mal en peor (8)

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—Yo... Eh...

Me di media vuelta, preparada para salir corriendo. Heinrey (O Reina?) saltó de la rama. El sonido que hizo era igual a cualquier otra ave, pero para mis sentidos exacerbados por la adrenalina, se escuchó como si un jet militar se dirigiera hacia mí a toda velocidad.

El golpe en la espalda llegó como si me hubiera alcanzado un rayo, y caí bajo el peso del príncipe heredero. Una de sus manos aferró mi garganta y la otra tapó mi boca.

Cierto.

Heinrey era un poquito psicópata cuando no eras Navier.

Las lágrimas saltaron de mis ojos por la impresión y de mi garganta brotó un gemido de dolor que se estranguló al instante. Aferré la mano que apretaba mi cuello con las mías, en vano. Era como una tenaza de hierro. Sentí mi cara ponerse roja por la sangre. Forzó mi cuello y espalda para acercar mi oído a su boca, y estuve segura de que algo en mi columna hizo "pop!" al salirse de lugar.

—Voy a soltarte la boca lentamente, y si haces un sonido apenas más alto que un susurro, te parto el cuello. Quién mierda eres?

Como prometió, mi boca quedó libre. Boqueé en busca de aire por unos segundos.

Heinrey estaba a horcajadas sobre mi espalda baja, aplastándome contra el suelo. Eso y la presión de su mano en el cuello estaban a punto de desmayarme. Pareció darse cuenta, porque aflojó su agarre lo suficiente como para que el aire fluyera con más facilidad. Aún así, mi respiración se escuchaba ronca, como la de alguien agonizando.

—Responde. —Su voz era helada. Nada que ver con el príncipe encantador y carismático que presentaba en sociedad.

—Soy... Soy Rashta. Una invitada del Emperador Sovieshu. —Susurré. Mi voz sonó rasposa y dolía hablar.

La imagen de un ave de presa sobre una liebre blanca cruzó mi cabeza. Tenía que hacer algo, lo que fuese, o mi vida iba a terminar otra vez.

'Inari...' Rogué. Una idea se materializó.

La liebre en mi mente casi triplicó su tamaño, sus orejas se achicaron y su cola se alargó. Ahora convertida en zorro, mostró los colmillos. Iba a ir a todo o nada.

—Si me hace algo, mis... Mis contactos le contarán todo sobre las piedras que roban el maná que tiene desparramadas por el Imperio. —Heinrey se congeló. Volteé la cara lo suficiente para verlo de reojo. Sus facciones eran tan hermosas y frías que daba escalofríos.

Por un segundo, creí que mi mentira no había calado. Me esforcé por parecer tranquila y segura de mi misma. Claramente mis contactos le contarían al emperador. Oh, sí. Esos contactos. Mis contactos. Los que definitivamente tengo.

Su mano se aflojó levemente. Eso es, Heinrey, cae en la trampa.

—Esas son mentiras. —Dijo, con el principio de una sonrisa curvando sus labios.

—Apostamos? —Me las arreglé para mostrar una expresión cínica. —Sabemos que planeas iniciar una guerra contra el Imperio usando a la Emperatriz. Esto también lo sabrá el Emperador. En realidad, tu cruzada nos da exactamente lo mismo. —Sí. Nos. Somos muchos los que lo sabemos. Ajá. —A mí, personalmente, lo único que me importa es sobrevivir el tiempo suficiente para morir de vejez. Solo vine por curiosidad, para ver en persona a quien planea destruir el Imperio.

—Eso no fue muy inteligente de tu parte. —Sonrió encantadoramente. Pude sentir la sangre helándose en mis venas. —Ahora conozco tu rostro. Qué me impide enviar gente a matarte a ti y a esos contactos tuyos?

Ay, cierto. AAAAGH! Mi zorro mental recibió un zarpazo directo.

Aún así, iba a contraatacar con lo que fuese necesario.

Ayuda! Reencarné en la Rata!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora