Haciendo de una pulga un oso (10)

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El día antes del comienzo de la Celebración de Año Nuevo decidí quedarme en mi cuarto con la excusa de que quería descansar por mi caída, pero eso no fue suficiente para disuadir a la modista, que trajo mis vestidos para realizar cualquier arreglo de último minuto.

—Le queda precioso, Lady Rashta! Le resulta cómodo?

Me observé en el espejo. Otra vez.

—Sí, es perfecto. Le agradezco profundamente.

Había perdido la cuenta de las veces que había dicho lo mismo. La modista era muy buena, y la mayoría de vestidos que me había probado hasta ese momento no necesitaban de ninguna atención especial.

Cuando estábamos por terminar, tocaron a la puerta. La sirvienta dejó las joyas que estaba guardando y se dirigió a la puerta.

—Lady Rashta, el Gran Duque Kaufman vino a verla. —Me informó un momento después.

La modista abrió los ojos enormemente, y supe con seguridad que aquello no iba a quedarse entre las cuatro paredes de mi habitación.

—Por favor, dígale que estaré con él en un momento.

—Debería traer té y bocadillos mientras tanto, Lady Rashta?

—Eso sería maravilloso! Muchas gracias! —La joven, que había pasado todo ese día a mi lado, se reverenció con determinación antes de salir.
No parecía acostumbrada a que le pidieran las cosas por favor y le agradecieran después, así que luego del shock inicial, pareció determinada a esforzarse al dos mil por ciento y realizar un trabajo impecable.

Luego de ayudarme a cambiar, la modista también se fue. Había revistas de chismes en este mundo? Esto iba a terminar en la primera plana.

'Rayos'

Rebusqué entre las sábanas hasta encontrar la mascada del Duque. Iba a saber que había dormido con ella. Iba a saber que no quería devolvérsela. IBA A SABER QUE LA HABÍA OLIDO.

Respiré profundamente antes de abrir la puerta que daba a la sala de estar.

'Aunque camine en la sombra del valle de la muerte, no temeré mal alguno...'

Puse la frente en alto, y me dirigí a la sala de estar como el criminal que se dirige al patíbulo. El Duque se puso de pie en cuanto me vio. La sirvienta comenzó a servir el té, y por un momento, mi mente vagó hacia lugares a los que no debía ir. Nos imaginé en una mansión lejana, marido y mujer, bebiendo el té de la tarde...

'AVE MARÍA, CUÁNDO SERÁS MÍA? SI ME QUISIERAS, TODO TE DARÍA!'

El rostro del duque se pinto con una confusión tan bruta que casi me dieron ganas de reírme a carcajadas, pero seguí concentrada en mi misión de no pensar.

—Ser Rorkin se encuentra fuera de la habitación? —Le pregunté a la sirvienta.

—Sí, Lady Rashta.

—Entonces puedes retirarte. Muchísimas gracias por ayudarme hoy.

—Es un placer servirla, Lady Rashta.

—Haces un trabajo excelente.

La sirvienta sonrió, radiante, antes de irse. Contuve la respiración por un segundo antes de voltear a ver al Duque.

'Solos al fin... DIGOO... SE QUE SER TORERO, PONER EL ALMA EN EL RUEDO, NO IMPORTALOQUESEVENGAPAQUESEPASQUETEQUIERO'

—Lady Rashta.

—Sí, Gran Duque Kaufman?

—Quién es usted? —Tragué con fuerza.

—Por favor, siéntese y beba su té, se enfriará. —Tomé asiento frente a él y bebí un sorbo de mi taza. Me observó con recelo. —Sé que mentirle es en vano, no se preocupe porque lo intente. —Respiré profundo mientras Él se acomodaba en el sillón. —Reencarné en este mundo hace algunos meses. —El Gran Duque Kaufman pareció atragantarse con su té.

Ayuda! Reencarné en la Rata!Where stories live. Discover now