Una de cal y una de arena (31)

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El gruñido gutural de Jun se alzó en el silencio que siguió a las palabras del joven noble. Apreté los dientes, tratando de mantener una expresión neutral, y hablé lo más dulcemente que pude.

—Lo siento. No puedo ayudarlo. De seguro encontrará algún sirviente dispuesto a mostrarle el palacio entero si lo desea. —Di un tirón suave para soltarme, pero el hombre no había entendido el mensaje.

—Insisto, Lady-

—Vizcondesa. —Su expresión cambió. Nunca hasta ahora había usado mi título para restregarlo en la cara de alguien, pero debía enseñarle que era superior a él aunque el Estado Rotteshu fuese pequeño. —Vizcondesa Rashta Rimwell, de hecho. —La bilis subió a mi boca al usar el apellido de "mi ex esposo". Había pedido explícitamente que no se usara porque me traía malos recuerdos, pero no tenía más opciones. —Ahora, si me permite... —Podía sentir el cosquilleo eléctrico bajo la piel, la sorda advertencia del chasquido preparándose para brotar.

Pero esta vez era distinto. No solo lo había notado, sino que no lo había electrocutado inmediatamente. El entrenamiento había rendido frutos tan rápido? Imposible. Pero de nuevo, toda mi situación era imposible. Todo era producto de la intervención divina, al igual que mis poderes. Tendría que conversar con Jun sobre esto luego.

Ser Rorkin apareció a mi lado con la espada en la mano y la punta dirigida al tipo. Se interpuso entre los dos, protegiéndome con su cuerpo y obligándolo a soltarme o empalarse. Jamás lo había visto reaccionar así.

—Guardias! —Ladró con fuerza. Hasta su voz había cambiado, y ahora notaba que incluso cuando hablaba conmigo tenía un dejo de dulzura.

Cuatro de ellos que se encontraban en las inmediaciones de la entrada se apresuraron a rodear al grupo de nobles. Sus expresiones severas me hicieron agradecer haberle caído en gracia a tanta gente. Qué miedo.

—Deténganlo. El Emperador querrá saber que trató de propasarse con su concubina.

—Concubina!? Esa mujer es la concubina de Su Majestad? —Ambrose palideció rápidamente mientras sus brazos eran restringidos por un guardia a cada lado. El tipo de la biblioteca alzó las manos y retrocedió, tratando de pasar desapercibido, pero el pequeño Lord tenía otros planes. —Dijiste que no era más que una mujerzuela!

—Eso..! Eso no es verdad..! —Negó, con los ojos a punto de saltarle de las cuencas y tratando de alejarse de los guardias que ahora habían dirigido a él su atención.

Oh...

Esto era por su culpa, no es así? O tal vez... Fue el mismo Ergy el que comenzó el rumor? No podía hacer nada en su contra, puesto que estúpidamente había omitido que mi encuentro desagradable había sido con él, pero podía hacer que los nobles frente a mí cuestionaran todo lo que creían saber.

Ni siquiera debí esforzarme para que el torrente de lágrimas comenzara a caer. Chillé ruidosamente, centrando en mí toda la atención. Le di rienda suelta a la angustia con la que cargaba todos los días y me encargaba de mantener a raya.

—Vizcondesa! —Ser Rorkin soltó la espada, que cayó ruidosamente contra el suelo. —Se encuentra herida? —Me lancé a sus brazos, colgándome de su cuello. Su expresión se endureció aún más. Él había visto todas mis interacciones con hombres desconocidos, y siempre habían sido medidas y controladas por completo. Nunca había tocado a ninguno ni había alargado las conversaciones. Ni siquiera con el Gran Duque Kaufmann. Y haber mantenido mi distancia de todos ellos había jugado a mi favor.

Había notado que el guardia se tensaba cada vez que un hombre se me acercaba, y estaba segura de que era porque creía que les tenía miedo. Era lo lógico después de "todo lo que me había pasado". Ahora iba a aprovecharme de eso.

Ayuda! Reencarné en la Rata!Where stories live. Discover now