Mentiras y justicia (17)

2.2K 328 34
                                    

—Emperador, los Rimwell han llegado. También hay un bebé con ellos.

—Lleven al niño a mi habitación y pongan a los otros dos en la torre. En celdas separadas y lejos de su padre. No quiero que sepa que están aquí.

—Sí, Su Majestad.

No había dormido nada y sentía que en cualquier momento caería rendido. Me había pasado la noche dando vueltas en la cama, pensando en qué hacer. Había llegado a un par de conclusiones, pero antes de dar otro paso, tenía que solucionar el problema principal.

Y si el hijo que Alan tuvo con Rashta seguía vivo... Sería más fácil convertirla en una noble.

Escoltado por los guardias y luego de un desayuno rápido, me dirigí a la torre. Decidí empezar por Alan Rimwell, el primogénito del Vizconde.
Hice una seña a mis guardaespaldas para que esperaran afuera. No quería tener la presión de sus miradas en mi nuca.
El joven de cabellos castaños estaba dando vueltas como un animal enjaulado dentro de la celda, claramente afectado. Al verme, se lanzó a los barrotes.

—Emperador Sovieshu! Majestad, qué sucede!? Nadie me explicó nada y se llevaron a– —Se detuvo de golpe y dio unos cuantos pasos atrás.

—El bebé. —Complete. Él asintió cautelosamente. —Quién es?

—Es... No... Mi padre... —Volvió a caminar de un lado a otro.

—Tu padre también está detenido. Aún estoy decidiendo qué hacer con él, así que te conviene hablar. —Todo el color abandonó su rostro y se detuvo en seco, mirándome con los ojos bien abiertos.

—Ían es mi hijo... —Soltó por fin, luego de un rato de silencio. —Mío y de una esclava que murió. Mi padre se avergüenza de eso y me prohibió hablar al respecto.

—Cómo murió?

—Yo... —Se sentó en un rincón de la celda y pareció decidir que ya no importaba. —Mi padre no quería que nadie supiera del bebé, así que le entregó un niño muerto... Su corazón no lo soportó y murió en el acto.

—La esclava. Cuál era su nombre?

—Rashta. —Alzó la vista en mi dirección. —Por qué me pregunta por ella? Qué hizo mi padre?

Decidí que no importaba si le decía la verdad.

—Casi la entierra viva. Por suerte, ella se despertó mientras cavaban su tumba y pudo huir. Está bajo mi protección.

La confusión se pintó en su rostro tan claramente como la luz del sol en las mañanas. Se incorporó lo suficiente para ponerse en manos y rodillas.

—No, no. Debe haber un error..! Yo mismo..!

—Largos cabellos blancos y ojos negros? —Interrumpí.

—Es ella... —Alan volvió a caer de bruces antes de ponerse en posición fetal y comenzar a sollozar. —Está viva... —Eso en su voz era alivio?

—Te alegra? Podría ser la ruina de tu padre... —Levantó su rostro lloroso. Una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.

—La amo, Su Majestad... La amo... Me alegra tanto que esté bien...

Sus palabras fueron como un puñal. Él decía amarla? Mi fachada de Emperador cayó irremediablemente.

—Si tanto la amas, por qué no la protegiste de las acciones de tu padre? —Su expresión se congeló y cambió por una profunda culpa, pero no lo dejé hablar. Tomé los barrotes y pegué el rostro a la ventana, escupiendo las palabras como si se tratara de veneno. El volumen de mi voz subiendo con cada acusación. —Dejaste que la encerrara como a una perra de campo que va a tener crías, que la engañara con un bebé muerto en el momento más vulnerable de toda su vida, luego de parir nada más y nada menos que a tu hijo. Tuyo. Y dices amarla? Iba a enterrarla en una tumba sin nombre, en el límite de la propiedad, donde la tierra removida no perturbara sus paseos. —Me reí entre dientes. —No eres más que un tipo triste y débil, aterrado de su padre. Me das lástima. —Con la ira ardiendo en mi pecho, decidí que había sido suficiente. Respiré hondo, tratando de calmarme. Baje la voz. —No tengo nada más que hablar contigo.

Ayuda! Reencarné en la Rata!Where stories live. Discover now