Más relleno que Naruto (27)

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—Nos vemos en un par de días. —Sovieshu acarició mi mejilla. Me reverencié, notando cómo me sonrojaba. Cómo se atrevía a ser tan apuesto?

—Tenga buen viaje. —Dije con una sonrisa.

Navier observaba desde dentro del carruaje. Su máscara de Emperatriz firmemente pegada a su rostro. Tras eso, Su Majestad subió a su lado y partieron a la casa de campo. Me mordí la parte interior del labio. El Emperador no se veía enfermo, le subiría fiebre al llegar?

<Quiere que vaya a ver, Señorita?> Jun, con un lazo celeste en el cuello y amarrado a mi muñeca con una cuerda de seda, torció la cabeza al preguntar. Negué.

'No hay necesidad. Además, aún no te has recuperado del todo. No quiero que vayas por ahí usando magia innecesariamente. Si algo pasa nos enteraremos.'

Regresamos a mi habitación, donde pasé el tiempo con Ían y Emma.

El niño estaba creciendo de manera saludable y no había un solo motivo de preocupación. Suspiré mientras observaba su precioso rostro. Si bien amaba al pequeño con toda el alma, aún no tenía idea de cómo se comportaba una madre y agradecía a cada segundo la presencia de la joven nodriza.
Ella me había enseñado a bañarlo correctamente, cambiarle los pañales e interpretar los sonidos que hacía sin juzgarme como una mala madre.
De hecho, se había sorprendido de que me interesara en absoluto, puesto que la mayoría de mujeres de alta cuna dejaban la crianza en manos de niñeras o nodrizas y no se molestaban en nimiedades como aquellas.

Tras dejarlo en la cuna para que tomara su siesta, decidí ir de excursión a la biblioteca. Había aprendido que había tres: La del Emperador, la de la Emperatriz, y la de invitados. Esta última, ubicada en el Palacio Sur, tenía una rica colección de novelas y libros de entretenimiento.
Conocía la biblioteca privada de Sovieshu como la palma de mi mano, y si bien estaba más cerca de mi cuarto, tenía bastantes libros técnicos y de historia. No sentía ganas de revolver estantes buscando algo ligero que leer, así que me decanté por la del Palacio Sur.

Dejé a las chicas descansar y Ser Rorkin se unió a mí silenciosamente cuando salí del cuarto. No lo había visto antes, pero siempre aparecía como si saliera de mi sombra.

—Vizcondesa Rashta. —Llamó en cuanto estuvimos a mitad de camino.

—Si? —Volteé y me detuve.

El guardia se rascó el puente de la nariz. Nunca había comenzado una conversación conmigo. No así, al menos. Y nunca se había visto tan incómodo antes. Qué pasaba? Lo miré con los ojos entrecerrados. Carraspeó.

—Su sirvienta... —Alcé la ceja.

—Cherry? —Negó. —Kate? —Otra negativa. Fruncí el ceño. —Me estoy quedando sin opciones, Ser Rorkin. —Suspiró y miró para otro lado antes de balbucear.

—...lis...

—Eh? —Sus labios se volvieron una línea fina.

—...elis...

'A VER, PENDEJO, HABLE BIEN!'

Conteniendo las ganas de golpearle la nuca, arrugué los labios y respiré hondo. Qué le pasaba a este imbécil ahora, que no era capaz de decir... OH.

—DELISSE!? —Grité. Sobresaltado, miró a ambos lados del pasillo, chistándome para que bajara la voz. —ERA ELLA! —Rodé los ojos y me golpee los muslos con las manos, exasperada. El guardia lucía completamente rojo.

—Bueno, no hace falta que se entere todo el mundo..! —Murmuró.

Parpadeé un par de veces cuando la realización me golpeó... Podía ser que Ser Rorkin no fuese un abominable hombre de las nieves sin capacidad de socializar y simplemente fuera un tímido terminal?

Ayuda! Reencarné en la Rata!Where stories live. Discover now