En movimiento (30)

798 98 32
                                    

El Marqués Karl se retiró a descansar tras anunciar que había entregado exitosamente el mensaje al Sumo Sacerdote. Su dura expresión me indicó que no estaba para nada contento con la situación, pero no iba a omitir opinión alguna. Decidí darle el resto del día y el siguiente libres, de esa forma podría disgustarse en la privacidad de su hogar y regresar al trabajo con mejor cara.

El siguiente en acercarse fue el Barón Langt.

—Emperador, recuerda mi intención de adoptar a Lady Rashta? —Oh, es verdad. Cuánto tiempo había pasado? —He terminado con el papeleo. Por favor, revíselo. —Lo dejó en mi escritorio. —Lamento si no es el momento ideal. —Añadió con expresión sombría.

Un noble adoptando a la concubina del Emperador mientras este solicitaba el divorcio de la Emperatriz? Difícilmente los planetas volverían a alinearse de esta forma en muchos, muchos años.
Sin siquiera molestarme en fingir ojear el montón de hojas, fui hasta la última página y le estampé mi sello para hacerlo oficial ante la sorprendida mirada de mi secretario.

—Su Majestad..! —Soplé la tinta para secarla más rápidamente y se lo devolví.

—Sé que todo está en orden y que no dejó ningún cabo suelto. Confío plenamente en sus capacidades administrativas, Barón. O no estaría a mi lado diariamente.

El anciano se reverenció, manteniendo la posición por algunos segundos, y permitiéndome observarlo con más detenimiento.

Arrugué el ceño. Se había tintado el cabello? Podía jurar que su cabellera era menos gris. Pero eso no era todo. Cuando volvió su rostro al mío, las líneas de la edad eran menos notorias. Nunca tomé al Barón como alguien que se preocupara por su apariencia al punto de usar las cremas para la edad que eran tan populares entre las mujeres nobles, pero aparentemente, lo hacía.

Tal vez, ahora que planeaba convertirse en el padre de Rashta, prefería verse menos como su abuelo. Sonreí.

—Se lo agradezco, Emperador. Lady Rashta ha salido, no es así? —Asentí.

—Autoricé las prácticas en el campo de entrenamiento. —Miré el reloj. —Deben estar ahí ahora mismo.

Aunque ahora me arrepentía. Rashta ofrecía una distracción sumamente agradable. Jamás hubiese pensado en tomar aperitivos con las sirvientas, pero había pasado un buen rato el día anterior. La naturalidad con la que se movía en cualquier círculo era admirable.

Observé por la ventana un momento, permitiéndole a mis ojos descansar del papeleo. Volvería aquel mismo día, pero no podía evitar extrañarla.

***

El edificio donde los soldados vivían era un bodoque de piedra sin mucha gracia con montones de ventanas para que pasara la luz a los cuartos.

'Está pensado para alojar la mayor cantidad de gente en el menor espacio posible, no va a ser bonito.' Pensé perezosamente mientras contenía un bostezo.

Eran aproximadamente las siete de la mañana, y el campo de entrenamiento, que parecía extenderse hasta el infinito, se veía intrigante bajo la gris luz del amanecer.
El mismísimo Profesor Rethall había ido a mi cuarto a importunarme a las cinco, con la muda de ropa que debía usar y alentándome a desayunar cuanto antes.

"Debemos llegar temprano para no interrumpir, Su Majestad el Emperador tuvo a consideración cambiar el horario normal de entrenamiento, no debemos desaprovechar un solo segundo! Vamos, vamos!"

Delise insistió en venir para ayudar en lo que hiciera falta, y Ser Rorkin dijo que "su deber" era acompañarme a donde fuera, sobre todo ahora luego del incidente en la biblioteca. En sus palabras "No tenía la más mínima intención de permitir que me quedara atrapada en ningún otro lugar", así que ahora se sentaban a mis espaldas, bajo la sombra del cobertizo en donde se guardaban las armas. Jun retozaba en la falda de la joven sirvienta, disfrutando de las caricias tras las orejas.

Ayuda! Reencarné en la Rata!Where stories live. Discover now