3. Schnellie

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El bosque... el lago.

Albus sí que sabía perfectamente cómo llegarle directo al corazón; no que lo hubiese dudado por un segundo, pero a veces se preguntaba ¿cómo? ¿Cómo aquel chico de esmeralda en los ojos y melena rizada lo había hecho? Incluso él, no se sentía tan confiado respecto a Albus, aún le faltaba mucho y ante sus ojos era un misterio que no había podido llegar a descubrir por completo; sin embargo Albus sí, Albus había entrado hasta el más oscuro de sus rincones y ahora había partido con ellos en sus manos, lo había dejado solo y vulnerable, como nunca pensó sentirse, sólo y con una niña pequeña para la que intentaba ser el mejor padre que podía ser a pesar de que por dentro se sentía vacío...

Si bien, Draco Malfoy no era precisamente el mejor cuando necesitaba un consejo, Scorpius apreciaba mucho el tiempo que le dedicaba, que a pesar de ser todo un adulto y haber tomado un camino diferente al que era más que obvio que esperaban, que a pesar de todo eso, Draco estuviese ahí, dispuesto a darle alguna palabra de aliento; "nada es para siempre, ni si quiera la felicidad" —le había dicho algunos años antes, quizá si mal no recordaba algunos meses antes de que tuvieran una fecha para su anhelada boda, Scorpius entonces había pensado que Draco sólo quería ser sarcástico, recordarle que estaba una vez más equivocado y fastidiarle la vida, porque era joven, porque eso había sentido toda su vida. Ahora entendía que aquello no era más que una advertencia, una forma de decirle que algún día la felicidad comenzaría a esfumarse, probablemente no porque Albus dejara de amarlo sino porque alguno se iría primero, porque siendo hijos de héroes y villanos las guerras no cesarían y siempre habría peligros... porque así como Harry Potter había perdido algo, así como el mismo Draco había perdido algo, ninguno de los dos estaba exento de hacerlo. Ahora lo sabía, pero saberlo y sentirlo era muy diferente, le dolía, dolía en lo más profundo de su pecho.

...

—¿Y a dónde vamos con este frío Potter? Quiero pensar que ya notaste que no ha dejado de nevar y probablemente moriremos congelados—y claro estaba exagerando pero así era él y Potter siempre era un lunático del que podía esperar cualquier cosa, cualquier idea demente en la que sí se divertiría a morir pero sería peligrosa o demasiado descabellada.

—Bueno... sería una poética forma de morir cariño ¿no lo crees? Aun así no pienso que acabemos muertos ni nada de eso, así que si te relajaras quizá podrías disfrutar del paisaje y acompañarme a donde quiero llevarte—Scorpius suspiró, ¿tenía otra opción? En realidad no quería pensar en ello.

Estar con Albus era mágico en todo sentido, divertido, aterrador y misterioso, Albus era todo, todo lo que jamás pensó que podría tener y lo amaba, amaba cada minúsculo rincón de su persona porque era su ideal, su persona ideal aunque no siempre estuviesen de acuerdo, porque eso, quizá eso era lo que los unía más, el ser tan similares y tan diferentes que era más fácil observarse entre sí.

—¿El lago?—preguntó Scorpius recobrando el aliento de la tremenda carrera que Potter lo había hecho pegar desde la cabaña. El pelinegro asintió. —No estarás pensando que...—Albus comenzó a reír entre dientes y asintió tomándolo una vez más de la mano y con trabajos arrastrándolo hacia el centro de la gran placa de hielo. —De acuerdo Albus, de acuerdo, tienes tres minutos para explicarme de que va todo esto—y este lo ignoro hasta que estuvieron en el centro y había logrado arrojarlo suavemente sobre su espalda. Scorpius sintió sus mejillas arder, ¡Potter y su jodida manía de hacerlo sonrojar!

—Te amo—dijo acomodando su cuerpo sobre el de Scorpius y sonriendo con esa forma tan tierna y perfecta a la que Scorpius no era capaz de resistirse. —¡Merlín! Te amo, te amo como no tienes idea—gritó y el rubio comenzó a reír a carcajadas.

Mil cartas y un regaloWhere stories live. Discover now