18. Sentimientos: la magia del muérdago (parte dos)

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"... y entonces el príncipe supo que la leyenda era verdad. Pudo ver el hilo rojo anudado de su dedo al de ella, su corazón se sentía tranquilo, ya no había que preocuparse. Su princesa volvería, volvería finalmente a casa..."

Ellie cerró sus ojos y Scorpius cerró el libro. La navidad había llegado y no podía dejar de pensar y sentir ese "algo" extraño dentro de su pecho. No era la simple emoción de ver a Alden, era algo mucho más grande que no era capaz de explicar. Terminó de colocar las velas y encendió las luces del pino. Sobre el suelo, el trenecito que había comprado para Ellie continuaba su marcha sin descanso y él se perdía en la vista a través de la ventana. Su pequeña descansaba junto a él en el sofá y él acariciaba sus rizos con cuidado. ¿Podría ser posible todo esto?

El pitido de la estufa sonó haciéndole pegar un salto. El pavo estaba listo y para ser la primera vez que cocinaba la cena de navidad, olía muy bien. A Alden le gustaría, de eso podía estar casi seguro sin alardear de más. Sacó la cena del horno, colocó la mesa y una botella de firewhisky, Alden no lo conocía pero sería una pequeña introducción a su mundo, ya más adelante bajo otras circunstancias le presentaría la cerveza de mantequilla.

Una figurilla de Santa Claus voló sobre sus cabezas arrojando nieve y Ellie continuó dormida en el sofá hasta que el timbre de la puerta le despertó de su sueño profundo. Era Black.

Scorpius echó un último vistazo al espejo de la entrada, a la casa, a la cena que había preparado durante horas y a sí mismo en el reflejo, lucía bien, lucía muy bien y Alden tenía que pensar lo mismo.

Ellie talló sus ojitos y se sentó sobre el sofá. —¿Ya llegó papi?—Scorpius se petrificó sobre la perilla de la puerta. Su hija había llamado "papi" a aquel hombre y Scorpius no supo que contestar, quizá sólo había escuchado mal, quizá su hija no se refería en ese sentido a la palabra, quizá... sólo tenía que dejar de pensar demasiado.

Cerró los ojos un momento tomando aire y finalmente la puerta se abrió. Sobre sus cabezas comenzaba a caer una ramita de muérdago que florecía con rapidez. Scorpius muchas veces había bromeado respecto a eso, ¿era una leyenda o no? Pero entonces, para él significaba mucho, mucho más.

[...]

Estar allí se sentía familiar, se sentía como estar en casa. ¿Lo estaba?

Scorpius me observó desde la puerta sin decir una palabra. Sus ojos brillaban como la luna misma y me aseguré que jamás vería en toda mi vida algo más hermoso. Sonreí y él me invitó a pasar. Percibí el aroma a canela intenso, mezclado con un dulce aroma a pavo envinado que seguramente pertenecía a nuestra cena. "Nuestra", no podía creerlo y algo en mi pecho parecía incendiarse lentamente.

—¡Alden!—Ellie corrió a abrazarme. Sus pequeños bracitos me rodearon y sentí por primera vez como si fuese parte de una familia. Toda mi vida había estado solo como si hubiese vivido en las sombras hasta que conocí a Scorpius. Y algo me sucedía, algo que me guiaba lentamente por cualquier camino hacia ellos, hacia esta pequeña familia. Por un segundo, sentí que mis ojos me traicionarían con una lágrima pero no lo hicieron, las guardé para mí, en lo más profundo de mi mente así como este recuerdo que nunca se iría de mí.

Devolví el abrazo a la pequeña y el siguiente fue Scorpius. No sé si me perdí por un minuto entre sus brazos o sólo había perdido la noción del tiempo junto a ellos. Sonreí sintiéndome a gusto y besé la mejilla de Scorpius antes de separarme.

[...]

—Feliz navidad—Scorpius murmuró gustoso y los tres se sentaron a la mesa. Alden aún intentaba procesar todo esto, observaba cada detalle de la casa, los muebles y el tren encantado que giraba una y otra vez al pie del árbol. No se sorprendió en absoluto, al contrario, a Scorpius le daba la impresión que más que asustarse parecía maravillado y cuando el Santa flotante arrojó nieve sobre sus cabezas, Alden rio bastante animado.

Mil cartas y un regaloWhere stories live. Discover now