4. Una aventura rocosa

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La alarma suena sobre la mesa. —¡Joder, Albus! Calla esa cosa—espeta con enfado. Scorpius se cubre la cabeza con la sábana dispuesto a volver a soñar por unas cuantas horas más, siempre ha sido un flojo y no se avergüenza en lo más mínimo de ello—¡Albus!—repite y sus ojos se humedecen poco a poco al volver en sí y darse cuenta que Albus no está ahí, que lleva años sin estarlo. Aprieta los párpados; «él se ha ido...» y desearía un día despertar y no sentir ese pesado sentimiento, desearía poder volver a ser el mismo de antes y que Albus no le doliese tanto como el primer día de su ausencia.

«¿En qué momento me metí en esto?» suspira girando su rostro hacia la foto en la mesa de noche, su sonriente Albus, tan ingenuo desde que podía recordar. «Rumania será un calvario, ¿cómo se supone que vaya a ver a la familia de Albus? Será incómodo, bastante incómodo...» piensa.

Scorpius se levanta de la cama, aún falta una hora y Kings Cross no está tan cerca; si se apura, podrá conducir a buena velocidad y llegar apenas justo para alcanzar el tren. Para ser sinceros, los viajes con muggles no son su hit, pero aprendió a verle el lado positivo a las cosas gracias a su siempre optimista y aventurero esposo.

—Daphne... cariño, debes levantarte. Saldremos de viaje por unos días—la pequeña rubia entreabre los ojos en su cama, para ella aún es temprano y sabe que sufre del mismo mal que él por las mañanas, cinco minutos que se convierten en horas...

—¿Vamos con los abuelos?—Scorpius niega. No por ahora, aunque está planeando una visita, dejar a Ellie unos días con ellos en lo que Scorpius aclara sus pensamientos, después de la última vez, era claro que no se encontraba en su mejor etapa y gracias a las cartas y todo esto, sus emociones estaban vueltas locas. —Quiero ver al abuelo Draco, prometió llevarme al parque de diversiones ¿lo recuerdas papi?—Scorpius asiente, aunque ver a Draco en su nueva faceta de abuelo es algo gracioso y extraño, al menos puede estar seguro que su hija estará en buenas manos cuando él también falte.

Draco Malfoy siempre había sido un enigma para Scorpius, frío y osco, un hombre aparentemente sin emociones ni sentimientos al que había temido por varios años, pero al que también siempre le tuvo un gran respeto y admiración. Incluso Albus solía decirle, que Draco podía ser incluso más amable que Harry o que cualquiera de las personas que había conocido, que aunque el pasado lo hubiese afectado en sobremanera, de algún modo tenía destellos de un cambio no perceptible a simple vista.

Su corazón se había 'ablandado', eso era cierto, pero lo había hecho más, después de la llegada de Ellie, para Draco, el que aquella niña portase su sangre, era algo que ni si quiera sabía explicar, para él y su madre Astoria, Ellie era única y un regalo especial, el rayo de luz dentro de un mundo completamente oscuro. Y lo era, también para la propia oscuridad de Scorpius.

—Iremos cuando volvamos de este viaje, seguro que al abuelo le dará gusto verte y si olvidó su promesa, ya planearemos nuestra venganza ¿qué dices pequeña 'mon'? —Ellie ríe y asiente, ya más consciente y despierta, tallando sus enormes y profundos ojos verdes.

—¿Y a dónde iremos entonces papi? —pregunta.

Scorpius acomoda un mechón de su cabello tras su oreja y la observa poco convencido pero intentando no darlo a notar. Ir a Rumania así de improviso era una locura pero... lo intentaría por sí mismo, por Ellie y por... un inexistente Albus al que no tenía idea de porque continuaba siguiendo.

—Rumania, ¿recuerdas a tus tíos Charlie y Charlotte?—la pequeña asiente y sus ojos se abren como platos.

—¡Dragones! ¿Vamos a ver a los dragones de tío Charlie? ¡Sí! —dice dando saltitos de pie sobre su cama. Scorpius ríe, Albus la conoce a la perfección.

Mil cartas y un regaloWhere stories live. Discover now