11. Siempre tuyo

101 10 4
                                    

Desde el día de la pelea, habían pasado unos dos o tres meses. Probablemente sí, su orgullo era más grande que su inherente capacidad de perdonar, pero para Scorpius, aquella había sido una traición que no estaba seguro si lograría asimilar algún día, si podría decirle a Lily 'lo entiendo, todo está bien' porque para él nada estaba bien desde esa noche.

Tenía una misión y ahora más que nunca consistía en lograr recuperar a Albus; era así que por tal razón había decidido que lo mejor para su hija sería estar en un lugar seguro, lejos de él, su humor inestable y su continua frustración ante las circunstancias que estaba viviendo desde entonces. Ellie se quedaría con Lily y ella se encargaría de todo, incluso de darle una coartada para explicar porque estarían separados por un tiempo. Scorpius le escribiría pero no la vería hasta que su misión estuviese completa y si algo sucedía en el intento, se aseguraría que Ellie supiera la verdad y la esperanza viviría en su corazón de que algún día lo perdonase por todo.

El despacho estaba en desorden, con pergaminos, papeles y libros abiertos y esparcidos por todo el lugar, le recordaba a sus días en Hogwarts durante su último año, cuando los EXTASIS se acercaban y era lo único en que podía pensar, además de Potter y su constante recordatorio de que faltaban un par de meses para que se graduaran y finalmente pudieran casarse. Potter siempre había sido impaciente y bastante impulsivo pero eran dos de las cosas que por loco que pareciera, a Scorpius le parecían encantadoras. Ahora estaba ahí, siendo él el impulsivo y tratando de buscar una aguja en un pajar, la receta de una pócima inexistente y lo hacía con bastante ahínco a pesar de todo.

—Bien, creo que me falta ese otro anaquel—las palabras se arrastraron con pesadez entre sus labios. Llevaba varias noches sin dormir bien y usualmente se acompañaba de alguna taza de café o té para sobrellevarlo, sin embargo no podía evitar que en los días más largos el cansancio finalmente lo venciera.

Se acercó al anaquel del fondo, uno de los más polvosos que tenía ejemplares muy antiguos que habían sido un regalo de su padre cuando se mudó de casa, durante todos estos años no los había terminado de leer todos pues eran tomos extensos que requerían un estudio a mayor profundidad y su trabajo no le permitía esos lujos tan seguido. Ahora, con todo detenido desde el suceso, de pronto se veía con más tiempo del que le gustaba y podía ver si le daban la pista que tanto estaba buscando.

Sin quererlo terminaría descubriéndola, cuando notó que en el mugriento mueble de madera vieja, había una tabla que parecía estar suelta, le sorprendió que no hubiese arrojado los libros al suelo con tan poca estabilidad así que pensó que debería investigarla. Una de sus manos se posó ligeramente sobre ella y un agujero se abrió en el suelo transportándolo bruscamente a una habitación secreta de la que no tenía ni la más remota idea ya que no recordaba que se hubiese incluido en los planos de la casa, la misma casa que él y Albus habían diseñado y construido juntos.

A estas alturas ya no le sorprendía encontrarse con enigmas de este tipo, puesto que Albus había demostrado ser tan astuto como un Slytherin puede serlo y también un genio de los secretos. Se levantó sacudiéndose la ropa y sus ojos se maravillaron con todo lo que cubría aquella habitación oscura. Con ayuda de su varita, conjuro un "lumos" y este mágicamente fue absorbido por un candelabro en el techo, no quiso preguntarse cómo o su cabeza terminaría con más jaqueca que la que tenía en los últimos meses.

La habitación estaba dividida por secciones perfectamente ordenadas, Albus solía ser en ocasiones incluso más perfeccionista que él y eso le gustaba porque cuando tenían que encontrar algo, usualmente siempre estaba a la mano. La primera sección era como una pequeña biblioteca, tenía algunos sillones acomodados en círculo, con una mesa de centro, una chimenea y un estanque falso con flores de loto, seguido de tres estantes de cedro fino con ediciones en varios idiomas que Albus dominaba a la perfección. Sus ojos continuaron indagando, la segunda sección tenía vitrinas de vidrios de colores, una repleta de calderos de todos los tipos y tamaños, seguida de una de ingredientes y frascos. Una loca idea rondo por su cabeza, quizá Albus también gustaba de preparar pociones, quizá intentaba aprender para poder compartir su pasatiempo favorito sin arruinarlo todo como cuando eran tan sólo unos niños.

Mil cartas y un regaloWhere stories live. Discover now