8. Recuerdos, parte dos

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Hogwarts.

Lo sabía porque reconocía los largos pasillos y jardines perfectamente podados, el sauce boxeador y esa vieja roca mohosa donde él y Albus se escondían por las noches con la capa, donde había sido su primer beso y Scorpius había caído en cuenta que estaba jodidamente enamorado de ese Potter atolondrado.

Caminó deseando en aquel momento poder ocultarse, aunque no sería muy útil. Pensó pasar desapercibido, quizá camuflarse con algún encantamiento para que nadie pensara que era un peligro o algo peor, apuntó discretamente con su varita y se dirigió hasta el final del camino que daba a la casa de Hagrid. Aún no entendía por qué razón el reloj lo llevaba a Hogwarts, ni si quiera estaba seguro en que año estaba o si el reloj se había equivocado; sólo quería salir de ahí.

Se agachó a la altura de unos arbustos y esperó hasta reconocer algún recuerdo o momento importante; quizá estuvo ahí unos quince o veinte minutos hasta que divisó una cabellera largucha, rizada e inconfundible, acompañada de la pequeña rubia odiosa a la que llamaba prima. —¿Cómo conseguiste esa capa, Potter? —le preguntaba Danielle y Albus reía cubriéndose hasta el cuello con ella y causando grandes risas en su acompañante.

—Era de mi papá, aunque después se la dio a mi hermano, según sé, la tenía escondida en mi casa, en el ático o algo así, yo le ayudé a James a sacarla y nuestro elfo casi nos descubre—explicaba.

—¡No lo creo! ¿Y cómo lograron salirse con la suya? —Albus rio.

—Pues...—rascó su cabeza—en realidad no es algo que me guste contar, Kreacher no me tiene mucho afecto y tuve que hacerle galletas por tres semanas para comprar su silencio. Creo que mi mamá tuvo sus sospechas pero... aun así lo logramos—Danielle estalló en risas.

—Y ya lo creo que de todas esas galletas, la mitad terminaron en tu estómago—ambos compartieron una mirada y Albus se sintió apenado aunque sabía que era la verdad, no era de extrañarse que fuera glotón y a esas alturas, tanto Danielle como Scorpius lo molestaban mucho con eso.

Scorpius suspiró. Eran bastante pequeños entonces y aunque él no había estado en ese momento en especial, sentía curiosidad por escuchar una de las muchas pláticas de esos dos. —¡Hasta que los encuentro! —un joven y no muy alto Scorpius apareció de la nada, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, llevaba su cabello perfectamente engomado hacia atrás y su capa bastante pulcra. ¡Sí que era horrible entonces! «pensó»

Las mejillas de Albus se encendieron el triple y sus ojos verdes lo miraron con intensidad, pero mucha alegría. —Pasé media hora buscándolos, ¿saben todo lo que pasó en media hora? Gracias a esas tontas escaleras me hice esto y... y ¡son unos inconscientes!—Danielle volvió a estallar en risas y un Albus muy apenado, se acercó para tomarle del hombro.

—Lo lamento Scorpius, sé que prometí que terminaría hoy mi parte del proyecto pero... quería ir a un sitio primero. ¿No estás enojado verdad? —Malfoy soltó un gruñido sin responder. —Creo que puedo encargarme de esto—murmuró y se colocó a la altura de la rodilla sangrante de Scorpius y con un movimiento de su varita, se había secado y convertido en una apenas visible cicatriz. Ya no dolía, pero Scorpius no iba a agradecerle, porque había sido su culpa y era bastante orgulloso para ceder tan rápido. En ese momento, el reloj ardió nuevamente pero no tiró de él sino que las imágenes completas que veía se ocultaban tras una espesa niebla gris que traía consigo una oscura noche repleta de estrellas, Scorpius pensó que quizá era una cita o algún otro encuentro con Albus, aunque el lugar se veía igual, sólo había cambiado el momento y... aparentemente las personas porque Albus no estaba ahí.

—¿Por qué estamos aquí Danielle? No tenemos que hacerlo si no queremos—escuchó su misma voz de hace un momento y cuando la niebla se disipó, se observó junto a Danielle, vestidos con una larga capa negra que no era la de Hogwarts y encontrándose con tres figuras más, que también vestían una capucha oscura.

Mil cartas y un regaloOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz