1. Secretos

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La pesadilla vuelve a comenzar, pero Scorpius sabe bien que está soñando; es la misma noche que le atormenta desde hace cuatro años cuando todo pasó, la misma que no importa cuanto lo intente, nunca es capaz de olvidar...

Mi corazón se acelera, lo hace tan rápido como si hubiese corrido un maratón, estoy de nuevo en este sitio que es tan lúgubre que me cuesta respirar. El cielo se oscurece y la lluvia cae fuerte, muy fuerte sobre mi piel. Siento un ardor que me recorre de la cabeza hasta los pies lentamente y me quema con la misma intensidad que me duele verlo ahí de pie una vez más.

Estamos frente a frente, Albus me observa, y yo lo hago con el alma rota pendiendo de mi mano sin poder hacer más. Mi Albus está vivo por un instante, pero como cada noche, sé que este no es él.

Mi garganta ahoga un grito y no tiene idea de cuánto duele saber que cuando despierte, todo volverá a ser igual, que él estará muerto, que despertaré en una cama vacía y que nuevamente volveré a ser Scorpius Malfoy, el asesino...

Contraigo los párpados y aunque me esfuerzo, no puedo contener mis lágrimas y mientras deslizan sobre mi rostro, lo veo acercarse y por un segundo, por lo que me parece el más efímero de los instantes, me atrevo a pensar en que la pesadilla va a cambiar, pero no lo hace. Su aliento se posa sobre mis hombros y su mano me recorre suavemente la piel.

—No importa cuántas veces lo haga, no importa cuántas veces me veas de esta forma. ¿No puedes olvidarlo, no es así?—no le respondo. Vladimir está tentándome y lo hace porque Albus ya no está ahí para impedirle nada—he de admitir que tu persistencia es admirable—me dice y sé que viniendo de Vladimir, aquello es realmente un cumplido que se ha forzado a decir.

Aunque Albus ya no forme parte de su cuerpo, sé que hay cosas contra las que no puede luchar, aunque lo intente y también sé que es exactamente eso, lo que le ha impedido matarme en más de una ocasión.

—Y la tuya es patética—respondo, pero no soy capaz de decírselo y mirarle a los ojos. No puedo.

Él se ríe y camina en círculos alrededor de mí—puedes llamarme como quieras, en realidad eso no me afecta, ¿sabes? Puedes intentar destruirme, matarme si así lo deseas, pero siempre sabrás que yo, Vladimir Schatten, he logrado más de lo que ningún otro mago ha logrado y que yo, Scorpius Malfoy, yo soy indestructible, así como tomé el cuerpo de Albus, puedo tomar el tuyo, el de tu hija o el del mismísimo Harry Potter—contraigo los puños con gran fuerza y lanzo mi mano impulsivamente hacia él. ¿Cómo se atreve a hablar de ella, de Albus, de Harry, de esa manera? —¡Oh!—exclama con una sonrisa y apenas me esquiva con un ágil salto hacia atrás—¿es en serio? ¿Te atreves a hacerlo ya?—me dice y eleva su varita hacia mí. —Llevo esperando este momento desde hace mucho, la verdad es que después de la chica Winslet, estaba seguro que no tendría que enfrentarme a nadie más, pero... siempre fuiste tú ¿no es cierto? Tú, eres el único obstáculo entre Albus y yo—

Abro los ojos tanto como puedo, ¿acaso está intentando tomarme el pelo?

—¿Te sorprenden mis palabras Malfoy? Después de todo, fue el mismo Albus Dumbledore quien lo dijo y Harry Potter quien lo demostró al convertirse en la única arma contra Voldemort. Si tú eres quien me destruye, habrás terminado con todo—

Pero sabe que no lo haré, porque no me es posible atacar a Albus. Sonríe con ese aire clásico de omnipotencia y entonces comienza aquella batalla que yo nunca planee. Bloqueo cada uno de sus ataques como puedo y caigo muchas veces más, pero algo en él me suplica porque me atreva a atacarlo y... y siento que es de alguna forma, lo último que queda de Albus.

Mil cartas y un regaloWhere stories live. Discover now