14. Un centavo por tus lágrimas

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Probablemente sonaría pesimista; pero para Scorpius, aquello había salido bastante mal. Trataba de no pensar en Rose y su naricilla fisgona o sus viejos compañeros y las bromas vergonzosas a las que ya no estaba acostumbrado y, que aunque ya las conocía de sobra durante su tiempo de casado, no era lo mismo; sobre todo cuando no podía desdeñar el hecho de que ni siquiera tenía una pareja real y eso, ya lo hacía sentirse bastante patético a estas alturas.

El rubio se tendió sobre el sofá del estudio con el brazo cubriéndole el rostro y un fuerte aliento escapando de sus labios. Tenía esa extraña sensación en el pecho de que aunque su mentira no era más que eso, Alden Black no era del todo un extraño.

Scorpius decidió entonces, que lo mejor que podía hacer era concentrarse en las cosas verdaderamente importantes y dejar el tema Alden para otro momento en que sus pensamientos fuesen lo suficientemente lúcidos.

Caminó hasta el final del pasillo, entre los estantes viejos de cristal y buscó algún ingrediente que hasta ahora no hubiese combinado. Después de todo, el negocio comenzaba a exigirle en estas fechas y el Ministerio era uno de sus compradores más asiduos, no podía defraudarlos y sobre todo no quería problemas con el ya tan conocido James Potter. Scorpius tenía que admitir que aunque era uno de sus mejores clientes y prácticamente una de las primeras personas que le habían ayudado a expandirse entre los Aurores y el resto del Ministerio de magia, había un gran resentimiento entre ellos. La verdad es que ni Scorpius conocía bien el motivo, pero especulaba que todo había surgido en el sexto año, cuando su abuelo Lucius lo involucró de más en asuntos oscuros. Scorpius entonces era un joven más vulnerable y tenía razones suficientes para dejarse llevar y traicionar a todos aquellos que en algún momento podían haber sido sus amigos...

La lechuza negra de su padre entró por su ventanal y se posó en lo alto de la vitrina que estaba ordenando, dejando caer un pergamino de su pico. Scorpius lo tomó con cuidado y comenzó a leer. Había pasado algo de tiempo en que no había escuchado de él o su madre Astoria, pero asumía que todo era por esos típicos viajes de negocios en los que siempre se metían.

Mi querido Scorpius;

Te escribo en nombre de tu padre. Hemos llegado recientemente de nuestro viaje, pero debes saber que las cosas no resultaron como esperábamos. Hay asuntos familiares que nos gustaría discutir contigo y también Draco precisa hablarte de algo, debo adelantarte que... su salud no está bien y en parte es algo que queremos hacerte saber.

Te esperaremos en casa el viernes por la noche para una cena.

Tu tía Daphne y Danielle estarán aquí y esperamos que puedas traer a Ellie y nos acompañes. Por favor, no te alarmes antes de tiempo y esta vez escucha lo que tu padre tiene que decirte.

Te amamos.

A.M.

Scorpius plegó la carta de vuelta y llevó sus manos hacia su cabeza intentando contener la sensación que le invadía el cuerpo ante las palabras de Astoria. ¿Draco estaba muriendo? ¿En qué problemas se habían metido ahora?

El rubio sollozó sobre su brazo y propinó un buen golpe sobre la pared, asustando a la inquieta lechuza. «De verdad tengo que distraerme» pensó y salió de ahí tomando sólo un abrigo, su varita y algo de dinero. Aún no decidía si unos buenos tragos muggles le ayudarían o lo haría un firewhisky pero sólo por esa noche, Scorpius se había prometido olvidar todo y divertirse, intentarlo por lo menos.

Condujo en el auto unos cuantos kilómetros y marcó a Danielle para pedirle cuidara a Ellie hasta el día siguiente mientras él se encargaba de sus propios asuntos. La rubia no preguntó y Scorpius agradeció por ello, aunque seguramente cuando se vieran, no dudaría en pedir una explicación; dado el momento algo tendría que ocurrírsele y por qué no, ahora tenía a Alden Black como una buena excusa a lo que parecían ser ese tipo de problemas cotidianos.

Mil cartas y un regaloWhere stories live. Discover now