12. Sacrificio

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Ese era el día.

Scorpius había trabajado día y noche sin descanso desde hacía más de seis meses; en su estudio las pizarras estaban repletas de palabras y las mesas cubiertas con pilas de pergaminos y papeles de todos los tamaños mientras el joven mago agotaba hasta el último de sus recursos para lograr fabricar esa poción perfecta. Algo tenía claro, no necesitaba a Lily Luna ni a nadie más, y no es que fuese fanfarrón u orgulloso, pero sabía que era algo que debía hacer solo y que estaba calificado para la tarea más que cualquier otra persona.

Tenía todo listo; en la mesa yacían ya los utensilios y los calderos, los ingredientes, los morteros e incluso varios frascos si es que podía necesitarlos. Tenía más de tres años que Scorpius no recordaba trabajar de esta forma, tres años en que había olvidado la razón por la que había escogido este trabajo y la gran pasión que le producía crear algo completamente nuevo, la emoción del riesgo y el éxtasis de la victoria. Albus le había devuelto varias cosas con sus cartas y en ese momento se percataba de ello con mucha mayor claridad...

Su caldero burbujeó, expulsando un débil aroma dulce que le decía que la base de su poción ya estaba lista. Había optado por elementos neutros que no causaran explosiones pero que poseyeran la textura perfecta para mezclarse con lo que había recolectado, aun cuando algunos de los ingredientes no existían en su mundo y nadie nunca los había utilizado, tenía la esperanza que sus vastos conocimientos no le defraudaran y así fue como se adentró en la que sería la experiencia más arriesgada en toda su vida.

Añadió cada ingrediente al caldero, tal como lo había escrito en la receta de su libro, algunos podrían requerir más delicadeza que otros e incluso había unos que esperarían hasta que obtuviese los primeros resultados de que no estaba construyendo un camino seguro hacia la muerte.

A los veinte minutos, el caldero comenzó a soltar un vapor dorado y el aroma dulce que había detectado al inicio, ahora se había intensificado y parecía dirigirse directamente hacia el último de los objetos que Albus le había entregado, la esfera. Scorpius no se movió, sólo bajó un poco la flama y observó. El humo se arremolinaba poco a poco en el centro de la esfera como si estuviese siendo absorbido y formando algo en su interior. A Scorpius le pareció curioso y se preguntó si eso sería una buena señal, si así era como debía pasar y estaba más cerca de lograrlo.

La esfera comenzó a parpadear con una luz dorada brillante, lo hizo cinco veces en total, antes de que el humo se condensara formando un fondo similar al del pensadero y entonces una idea cruzó la fina línea de sus pensamientos. «Quizá... es como un mini pensadero» pero Scorpius no tenía más recuerdos y él no sabía cómo extraer los suyos. Sabía que de cualquier forma los suyos no ayudarían porque no era al pasado a donde quería volver, estaba seguro que Albus no lo había enviado a cambiar el destino, sino a recuperarlo después de lo que había pasado, al presente. «Los pensamientos de Albus... son... son del Albus del presente» y Scorpius corrió hacia el estante junto al pensadero para buscar aquel que Albus le había dejado, si había una gota, aunque sea una cantidad minúscula, Scorpius podía hacer que funcionara, pero... el frasco se encontraba vacío.

Exhaló con pesadez, sintiendo la frustración invadirle cada poro mientras se dejaba caer en el suelo y sus manos cubrían su rostro. ¿Había fracasado? —se preguntó— y quizá nunca tendría la respuesta, al menos no de la forma que esperaba.

Y fue ahí donde su peluda y vieja amiga apareció frente a sus ojos, estaba ahí parada en dos patas como si le mirara con una enorme determinación. Scorpius siempre pensó que Runa era un animal extraño, quizá más humana que animal y muy dentro de su imaginación pensaba que hasta podía ser posible que Runa fuese alguna bruja atrapada en forma de animago. De cualquier forma, Scorpius nunca se lo confesó a Albus, ni tampoco hizo nada al respecto. Runa no era peligrosa y por el contrario parecía estar muy agradecida y encariñada con Albus y en ocasiones, incluso con él.

Mil cartas y un regaloWhere stories live. Discover now