3: Perro de dudosa raza

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2 | Septiembre | 2022

Cada casa tiene un olor diferente.

Algunas huelen a galletas, otras a perro mojado, detergente o aromatizante de canela.

Su antigua casa olía a cigarrillos.

Tiene una especia de relación amor-odio con el hecho de fumar. Por una parte, lo odia, el peculiar y para nada agradable aroma le recuerda a la casa en la que vivía con su madre. Ella solía fumar una caja entera al día, fue eso mismo lo que terminó matándola. Pero luego está la otra parte, esa que la mantiene en ese mismo instante fumando en el jardín de su nueva casa.

No fuma porque le guste o le ayude a manejar su ansiedad, lo hace porque quiere recordar su vieja casa, a su madre.

Muy contradictorio, a decir verdad, tanto que ni siquiera hace el intento de buscarle una explicación lógica, solo lo hace y ya.

—No pensé que fumaras.

—Nadie, en realidad. —Aslan aparece por el umbral de la puerta, con pasos lentos llega hasta dónde April se encuentra sentada. —¿Dormiste bien?

—Habría sido perfecto si tu aprendiz no me hubiese lanzado un zapato en la cabeza para darme los buenos días.

—No es muy bueno socializando con los invitados, una disculpa. —La verdad es que ella misma había mandado al chico a lanzarle ese zapato.

—Lo noté.

Por primera vez en esa mañana, April gira el rostro, encontrándose con el de Aslan. Luce cansado, las ojeras bajo sus ojos se lo confirman, y también el cómo se queda observando un punto fijo en el césped, aunque no haya nada particularmente interesante ahí. Deja de mirar su rostro y, en cambio, su mirada se posa en la mano del hombre dónde se encuentra su marca de guía.

Las personas destinadas a guías siempre le han generado gran intriga. Ha conocido al menos a unos cinco a lo largo de toda su vida, y todos eran muy diferentes, unos amables, unos amargados, pesimistas o muy optimistas; no logra encontrar un rasgo que todos tengan en común. Y por eso se pregunta: ¿Qué tienen los destinados que los hacen especiales? Más allá del poder percibir el aura de las personas y conectar con estas, siguen siendo igual de humanos, pueden ser malos o buenos, ¿quién los designa cómo guías? ¿Y por qué ellos en específico? ¿Por qué no otra persona?

Nadie lo sabe, no hay ningún libro, documento, biblia o página web que tenga la respuesta, es igual de incierto que a lo que esas personas se dedican: Las almas gemelas.

¿Quién decide quién será tu otra mitad? ¿Y por qué?

Solo están y ya, el chiste es encontrarla y ser feliz, o negarte y ser un rechazado social. Lastimosamente, así es como funciona el mundo.

—¿Lo pensaste? —Pregunta sin rodeos, aun sin dejar de verlo, Aslan permanece en silencio por unos segundos.

—Sí, lo pensé... Pero no creo que sea una decisión que pueda tomar de un día para otro, April. —Algo en su interior se revuelve con molestia, pero su parte racional le grita que no debe sentirse así, que Aslan tiene la razón. —¿Podrías darme más tiempo? Prometo que volveré y te daré una respuesta.

Suspira, expulsando el humo de su cigarrillo, perdiéndose en el color gris que se esparce en frente suyo, la brisa, llevándoselo lejos enseguida. No le gustan las promesas, de ningún tipo, y aunque Aslan parece el tipo de persona que cumple con su palabra, no se permite confiar en él. Pero tampoco puede obligarlo a quedarse y hacer algo que no quiere, April es consciente del peso que conlleva aceptar un trato como el que propuso, no se arrepiente en lo absoluto, pero tampoco está del todo satisfecha.

Espacio, tiempo y otros defectos ✓Where stories live. Discover now