6: Dorothea

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31 | Diciembre | 2021

El problema del humano es la insatisfacción.

Nunca hacen suficiente daño, nunca ayudan lo suficiente, nunca encuentran lo suficiente, y nunca entienden lo suficiente. No saben cuándo parar, así tuvieran el poder absoluto, seguiría sin ser suficiente, nunca están satisfechos.

Por supuesto que April también hace parte de eso. Lo tiene todo, pero aun así no es feliz, ¿por qué? Tal vez sus intenciones no son malas, pero hay cosas que no tiene que comprender, ver o buscar. Simplemente aceptar.

Pero ella no iba a aceptar su realidad, su destino o su futuro, cómo se le llamase. ¿Por qué conformarse con lo que le toca, cuando puede cambiarlo por lo que quiera? Eso es lo que piensa, y la hace sentir poderosa, inteligente, superior a los demás. Pero en ese instante, todo parece estarle fallando, y lo que sea, o quién sea que rige el universo, está a punto de darle una lección.

—¿Aryn? El chef salió de trabajar hace menos de media hora. —Les informa la camarera, con una sonrisa amable en el rostro, que April no sabe cómo devolverle. —Si me disculpan, tengo algunas cosas que hacer.

—Claro, muchas gracias. —Agradece Aslan, y la chica desaparece entre las mesas del lugar, esquivándolas con agilidad.

De repente siente que el aire no es suficiente, que sus pulmones han dejado de funcionar, y quiere llorar, pero no se lo permite. No le encuentra sentido, apenas son las nueve y veinte, se suponía que salía de trabajar a las nueve y media, no antes, mucho antes.

¿Acaso se demora una hora o más llegar a su casa? No, claro que no. Aryn tiene que estar en otro sitio, pero ¿dónde? No lo conoce, no sabe si tiene amigos, o si tal vez fue a dónde un familiar, ¿estaría en el supermercado? ¿En algún parque? No hay tiempo, siente el cuerpo pesado y la garganta seca, está molesta, enfurecida.

Todo su cuerpo reacciona cuando Aslan pone una mano en su mejilla, en un intento de llamar su atención, y April por instinto se aleja del hombre rápidamente, evitando cualquier tipo de contacto físico, quiere gritarle que no la toque, que se aleje y la deje en paz.

—April, ¿estás bien? Te pusiste pálida, ¿te sientes mal? Aún no son las diez. —Él insiste, esta vez procurando mantener las manos alejadas.

—Estoy bien, solo... Tenemos que llegar a la casa antes de que él lo haga.

—Está nevando, no creo que algún taxi nos quiera llevar, tendremos que caminar, si nos apuramos podemo-

—¡No hay tiempo para caminar! —Gruñe, empezando a perder la paciencia. Y para su lástima, ya está desesperada, como si hubiese terminado por descubrir algo que ya sabía, pero se negaba a aceptar, así era, y ahora se está ahogando en su propio desespero y molestia.

Pero no va a rendirse, April Davies Lee nunca se rinde.

Con eso en mente, sale del restaurante, dejando a Aslan atrás, camina hacia el otro extremo de la acera donde se inclina, con la esperanza de detener algún taxi que estuviese disponible, pero tal y como había dicho Aslan, no pasaba ninguno. Apenas y algunos carros logran transitar debido a la nieve.

—¡Oye, espérame! —El hombre aparece a su lado, con el ceño fruncido y también luciendo un poco consternado ante la situación. —Hay mucha nieve, es peligroso conducir.

Sinceramente, April no le está prestando atención a lo que el hombre dice, su vista va de un extremo de la calle a otro, y su cabeza empieza a doler. Sus manos están temblorosas, y una repentina adrenalina recorre todo su cuerpo, sería capaz de correr un maratón en ese mismo instante.

Espacio, tiempo y otros defectos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora