7: Atrapados en los 80's

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11 | Julio | 1985

—Veinte minutos.

—¿Uhm? —Aslan voltea en su dirección apenas habla. No lo está mirando a él, ni a nada en específico, solo concentrada en las pequeñas partículas de polvo que se escabullen por la ventana.

Construyeron su casa a inicios de los setenta, pero por motivos que desconoce nunca fue vendida, permaneció abandonada hasta el año dos mil dieciocho, que April con todo su dinero ahorrado, terminó comprándola. Teniendo esto en cuenta, deduce que se encuentran en una línea temporal establecida a finales de los setenta o inicios de los ochenta, la casa está sola y abandona, el tiempo ha pasado, pero no lo suficiente para que se note tanto el deterioro de los años.

Habían llegado hace una hora, y hasta apenas fue que encontró su voz para al fin romper con el silencio.

—Esa fue la diferencia. En nuestra línea, Aryn murió a las diez en punto, y en la otra tan, solo veinte minutos después. —Explica, en medio de un suspiro. —Fui una tonta, si tan solo yo-

—April, no tenías forma de saberlo, no es tu culpa que haya muerto. —Aslan dice, con una seriedad para nada característica de él, pero en esa ocasión, muy real. —Hicimos todo a nuestro alcance, llegó la ambulancia y fuimos al hospital, estuviste con él en todo momento.

—Pero no lo entiendes, pude haber hecho más, era la oportunidad perfecta para salvarlo.

Había sido cruel, no sabía quién o qué, pero fue cruel.

Y es que, nunca podrá borrar de su memoria el recuerdo de Aryn sobre la nieve, desangrándose, sus lágrimas y su último aliento. Pero, tal vez lo que más le duele es la forma en que él la vio, claro que no era el mejor escenario donde esperas encontrarte con tu otra mitad, April no esperaba mucho de ese primer encuentro, pero, aun así, Aryn la miró extraño.

Tal vez solo está exagerando, o fue todo producto de su imaginación, pero Aryn lucía...

Decepcionado. Inconforme. Como si se negase a aceptar una realidad. Y se quería autoconvencer de que todo se encuentra en su cabeza, pero la sensación de insuficiencia es más fuerte que ella. Por otro lado, está Aslan, también había estado meditando las palabras del hombre a profundidad.

—Lo siento. —Murmura, buscándolo con la mirada, Aslan voltea nuevamente en su dirección, con una ceja alzada, sin entender a que vienen esas palabras. —No quería hacerte sentir cómo un idiota y yo... Sé que soy muy mandona a veces, podría excusarme diciendo que es debido a que soy profesora, pero en realidad siempre lo he sido. —Desvía la mirada de sus ojos verdes, siendo incapaz de mantenerle la mirada para continuar. —El punto es que, en verdad, lamento si te hice sentir mal, pero, en serio, no quiero que te vayas. Por supuesto que entenderé si quieres hacerlo, no puedo obligarte a que sigas con esto si te hace sentir mal.

—Yo también lo siento. —Aslan dice, y April no comprende a ese hombre. —No me mires así, también dije cosas hirientes, y tal vez exageré un poco en cuanto a tu actitud, todos tenemos problemas y derecho a sentirnos mal, fui un poco entrometido.

—No, claro que no. Sé que me enfrasco tanto en mí misma que suelo olvidar lo hiriente que puedo llegar a ser con los que me rodean. Estoy trabajando en eso, te agradezco que estés aquí, y me hicieras saber que estaba actuando mal.

—No hace falta, en serio yo-

—Solo acepta mis disculpas y cállate.

—Oye. —Aslan arrastra sus palabras, en forma de reproche, y April golpea su hombro, riéndose. —Se supone que estás disculpándote, no puedes tratarme así.

Espacio, tiempo y otros defectos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora