24: La magia de lo inesperado

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De todas las posibles cosas que podrían llegar a afectarle ese día, jamás se imaginó que la más significativa sería la risa de su madre.

Se encuentran sentados en alguna parte del bosque, la noche se aproxima, y April ha estado todo el camino quejándose de la naturaleza, contestando las preguntas que Aslan continúa haciéndole. Es en un momento de silencio cuando la escucha reír de repente, fuerte y claro, su voz tan armoniosa, hace que se congele en su lugar, April solo es capaz de verla y escuchar. Saliendo de la casa abandonada pudo escuchar su leve risa a lo lejos, pero nada comparado con esta, tampoco estaba prestando demasiada atención en ese momento.

Durante su niñez, recuerda que su madre solo solía sonreírle a la cajera del supermercado y al vecino todas las mañanas, pero nunca a ella. Escucharla reír de forma tan despreocupada, solo pasando el rato con su novio, compartiendo una lata de gaseosa, le duele en lo más profundo de su corazón.

April nunca logró hacerla reír, ni siquiera una pequeña sonrisa.

Y Dios sabe que se esforzó, se pintó la cara, cual bufón para agradarle, ganó cada diploma y medalla en el colegio para hacerla sentir orgullosa, no hubo un solo día de la madre en el que no haya hecho una carta con sus propias manos y lágrimas, o cumpleaños en el que no le haya obsequiado algo. Todo era en vano, nunca consiguió nada, ni siquiera un abrazo.

Pero ahí está él, su padre, el cual con unas simples y estúpidas palabras logra hacerla llorar de la risa.

No sabe a quién odiar más, si a ella por todo el daño que le hizo, a él por haberlas abandonado, o ambos por haberla traído al mundo. Si lo piensa, su odio únicamente le afecta a ella, porque ahora April está ahí, pudriéndose en un sentimiento que ellos sembraron en ella, pero que nunca entenderán, que no les importa y mucho menos alguna vez experimentarán.

A veces tiene ese deseo egoísta sobre lo mucho que le gustaría que aquellos los cuales alguna vez la hirieron sientan un poco de ese dolor que ocasionaron. Quiere que estén tan arrepentidos que no puedan vivir en paz con la culpa grabada en el pecho. Entonces, tal vez April podría regocijarse al rechazar sus disculpas y dar el siguiente paso.

—Tierra llamando a April. —Aslan aparece en su campo de visión, agitando una mano frente a su rostro. —Esto de las preguntas no funciona si ninguno habla.

—Eso es obvio. —April vuelve a la realidad, levanta los brazos y se estira con pereza. —Estaba esperando a que hicieras otra pregunta, duh.

—La hice.

—¿La hiciste? —Acomoda sus lentes y muerde su labio con fuerza, intentando recordar la pregunta de Aslan. Pero fracasa, no recuerda siquiera haber escuchado su voz. —Lo siento, estaba concentrada en ellos.

—¿La extrañas? —Pregunta de repente. Aslan no parece ser consciente de lo que acaba de preguntar, la está mirando y tal vez él nota que dijo algo fuera de lugar, porque April no sabe como mitigar la expresión que se forma en su rostro.

La respuesta no se escapa de sus labios al instante. La mantiene ahí, decide guardarla en su interior y no compartirla, porque es tan contradictoria que incluso a ella le cuesta entender.

La extraña. La extrañaba incluso desde antes de que muriese, porque en realidad ella nunca estuvo. Pero eso no tiene sentido, ¿cómo extrañas a alguien que nunca hizo nada por ti? Que estuvo, pero a la vez no.

—La extraño. —Se atreve a decir, aunque sea una verdad a medias. —Y me duele su ausencia, pero preferiría morir que volver a tener su presencia.

—Está bien extrañar a alguien que te lastimó. —Aslan parece leer sus pensamientos, las palabras dan justo en el punto más sensible de April, y ella tiene que respirar profundo para no echarse a llorar. —Dentro de todas las cosas malas que mis padres hasta la fecha me hacen sentir, el extrañarlos es un sentimiento tan común que a veces me asusta. Por más contradictorio que pueda parecerles a las personas que nunca han pasado por esto, no significa que estemos loco.

Espacio, tiempo y otros defectos ✓Where stories live. Discover now