18: La estrella que nunca fui

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—Dame tu abrigo, voy a morir de hipotermia con esta ropa.

—Olvídalo. —Niega Aslan. —No vas a arruinar el conjunto que con tanto esfuerzo escogí para ti con un abrigo que no combina. El frío es mental, ¿sabías?

—Dile eso a todas las personas que han muerto de frío a lo largo de la historia, ¡estamos en Londres!

—Londres, no las profundidades del océano atlántico. —objeta, dedicándole una sonrisa inocente que termina convertida en un suspiro de resignación cuando April frunce el ceño y se cruza de brazos. —Bien, tú ganas.

April suspira con satisfacción cuando se cubre con la prenda, el calor y aroma de Aslan haciéndola sentir más cómoda y abrigada. Febrero en Londres suele ser frío y húmedo, no tanto como en invierno, pero sí lo suficiente para llevar ropa abrigada. Aun así, las calles están plagadas de personas y vehículos, todos o al menos la mayoría dirigiéndose al estadio de Wembley, donde se va a llevar a cabo el concierto, mismo lugar donde fue el Live Aid.

Pero ellos no se dirigen al estadio, no por el momento, según habían escuchado en las noticias antes de salir, el concierto empieza a las cinco, y apenas son las dos, tienen tiempo suficiente para hacer una pequeña parada antes.

—¿Y cómo estás tan segura de que está en este cementerio?

—Hasta el momento en cada línea a la que hemos ido y Aryn está muerto, el lugar no cambia, siempre es este cementerio.

April vive al norte de Londres, en Highgate, bastante lejos del centro de la ciudad que es donde vivía Aryn, y razón por la cual se sorprendió al enterarse de que el hombre había sido enterrado en ese cementerio. Le resulta curioso como en cada línea Aryn descansa ahí, inclusive la ubicación de la tumba siempre es la misma, ya sabe en donde se encuentra de tanto ir, lo cual es bueno porque en un cementerio tan grande como el de Highgate habría sido casi imposible encontrarlo.

—Esta línea podría ser la excepción.

—Si lo es, entonces nos iremos enseguida. Ahora haz silencio, no dejas descansar a los muertos.

—¿Sabías que en este cementerio está enterrado Karl Marx? —Aslan sigue hablando, su mirada paseándose por las diversas tumbas. —Deberíamos visitarlo.

—No gracias, déjalo descansar en paz junto con sus ideas comunistas.

Aslan deja salir el aire en un resoplido y April lo ignora, ambos continuando con el recorrido en silencio.

Le gusta mucho ese cementerio, siempre pensó que era raro encontrar paz en un lugar con tanta gente muerta. Pero ella prefiere imaginarlo como un lugar lleno de historias, anécdotas, recuerdos e incluso reencuentros; no todo tenía que ser trágico. Observa a Aslan, recordando lo que el hombre le había contado acerca de Yukio Mishima y su percepción acerca de la muerte. La verdad era que desde ese día las palabras de Aslan se reproducían en su cabeza de vez en cuando, porque nunca, ni en un millón de años, se habría imaginado que Aslan pensaría de esa forma con respecto a la muerte.

Solo tenía trece años recién cumplidos cuando empezó a desear el descanso que la muerte podía obsequiarle. No hallaba más solución que morir, ponerle un fin a su vida y hacer parte de ese bello cementerio, donde al igual que ella en ese instante, personas desconocidas se pasearían por su tumba, preguntándose cuál habría sido su historia.

Cuando se enteró de lo sucedido con Aryn estuvo a punto de hacerlo, el amor que le profesaba a su alma gemela era lo único que la había mantenido con vida todos esos años, entonces, ¿qué sentido tenía estar viva sin su otra mitad? Ninguno.

—Te queda bonito el morado.

—¿Ah? —Apenas logra registrar la voz de Aslan a su lado, completamente ajeno a todos los pensamientos desequilibrados que le pasan por la cabeza. Lo mira, esperando a que repita esas palabras que, aunque escuchó a la perfección, no las puede creer.

Espacio, tiempo y otros defectos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora