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Los quiero mucho<'3

Estoy sensible, no me toquen.

[...]

— Vene, necesito que salgas de la casa —. Pedía un ecuatoriano, harto de ver cómo el venezolano se hundía en trabajo y más trabajo.

El nombrado levanto la mirada de su computador, acomodándose los lentes que empezaban a caer desde el puente de su nariz.

— ¿Para qué o qué?

Ecuador chasqueo la lengua —. Solo te la pasas ahí metido todo el día. Necesitas salir aunque sea a tomar sol —. Se sentó a un lado del más alto.

El país caribeño soltó un suspiro —. Tengo trabajo.

Antes de que el menor pudiera seguir insistiendo un colombiano entro a la sala.

— El enano tiene razón, parce —. Hablo Colombia en tono serio, apagando la música que Venezuela estaba escuchando —. Necesitas salir.

El país petrolero se molestó por esa acción.

— ¿Por qué apagaste la música? No le estaba molestando a nadie —. Se quejo.

— Ay no, parce. No venga con su fastidio, le estamos hablando y la música va a hacer que no nos entendamos un culo —. Se escuso, encogiéndose de hombros.

Muy pronto a aquella conversación se le sumó un panameño, curioso y temeroso de que esa conversación pasará a algún escenario mayor, cómo lo era una pelea.

— Ajá, hablen pues —. Apuro el venezolano, quitándose sus lentes y colocándolos en su regazo.

El ecuatoriano y el paisa se miraron por un momento.

Al final que que hablo fue el mayor.

— Oiga, está dejando de salir —. Empezó con precaución —. Y... Bueno, nosotros creemos que usted podría salir hoy... No sé, a caminar por ahí ¿Si me entiende?

El de ojos verdosos levanto una ceja.

— Tengo trabajo, por eso no salgo.

El más alto chasqueo la lengua —. Usted siempre tiene trabajo.

— ¿Bueno, y qué quieres tú que haga yo? —. Le gruñó —. Si tengo trabajo tengo trabajo y más nada. Así que dejen la ladilla y me vuelves a prender mi vaina —. Retomó su computadora luego de demandar eso, y colocándose nuevamente sus lentes.

Colombia se molestó.

— Usted no va a venir a tratarme a mi y a los muchachos así, encima que nos preocupamos por usted viene y nos trata así, malparia gonorrea —. Le gruñó, acercándosele.

Esa fue una luz roja para Ecuador y Panamá.

Este último decidió intervenir por fin.

— Vene, no te lo tomes a mal. Solo queremos que te distraigas un poco, el trabajo te tiene estresado —. Se apresuró a explicar el menor de todos ellos.

— A vaina... ¿Por qué tanta insistencia, chamo? —. Inquirió a ninguno en específico, pero mirando fijamente al país cafetero —. Digo, con esa bendita insistidera de que me vaya de mi propia casa cualquiera dice que no me quieren aquí —. Comentó cruzándose de brazos. Ironía destilaba cada una de esas palabras.

Panamá estuvo a punto de aclarar que eso no era así, pero las palabras que soltó como bomba el paisa hicieron que tanto él como Venezuela quedarán pasmados.

— Deja tú drama, y si tanto quieres saber... Sí, no te queremos aquí —. Declaró Colombia.

Ecuador bajo la mirada y el panameño no entendía lo que decía su hermano mayor.

— ¿De qué estás hablando, Colombia? —. Cuestionó el más bajo de todos.

Formula la pregunta que a Venezuela le costó sacar de lo más profundo de su garganta. Se había quedado perplejo ante lo dicho.

— Los muchachos deben estar por venir, y no quiero que vean a Venezuela —. Aclaro, con voz sería —. No quiero pasar VERGÜENZA por tu maldita culpa. Porque eso es lo único que das, Vene —. El nombre del venezolano había salido con un tono dulce cargado de puro hipocresía —. Vergüenza.

El agredido se levantó de golpe, haciendo que el mueble en dónde estaba se moviera de su lugar.

— ¡A mí me respetas, Colombia! —. Le grito —. Si tanta vergüenza te doy, cómo dices, no me veas. Pero yo de esta casa no me voy, ¡Porque está es mí casa! Y si no te gusta pues triste por ti —. Le escupió, agarrando sus cosas y dirigiéndose a su cuarto.

Lo último que escucharon los 3 hermanos fue la puesta siendo azotada fuertemente.

— ¡SI QUIERES ROMPE LA PUERTA, SAPO TRIPLEHIJUEPUTA! —. Le grito colérico el paisa desde la planta baja.

— ¡ANDA A MAMARTE UN WEBO, MALPARIO DESGRACIADO! —. Le grito de igual forma.

Ninguno de los que estaban allí lograron oír el sollozó que salió de su boca luego de gritar eso.

— ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Por qué mierda le dijiste eso?! —. Lo empujó panamá.

El colombiano solo se encogió de hombros, aún molesto por todo lo dicho anteriormente.

— ¡Venezuela está sensible, no puedes simplemente decirle todo eso y esperar que resulte bien, Colombia! —. Le grito.

— Pero a si fue hermanito. Él ya no va a bajar el resto del día —. Se facto en mayor.

El más bajo boqueo indignado.

— Eres increíble, realmente increíble.

— Lo sé.

Panama estuvo a punto de golpearlo, pero solo se dió media vuelta y se fue camino a su cuarto —. Yo solo espero que no sigas tratandolo así, te vas a arrepentir y no te quiero ver lloriquenado, ahuevao.

— ... ¿No crees que te pasaste? —. Pregunto con precaución el ecuatoriano.

— Nah, esa gonorrea y yo siempre nos peleamos. ¿Por qué ahora abría de ser diferente?

El menor soltó un leve suspiro —. Supongo que tienes razón...

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"Ser indiferente ante alguien es condenarle al peor de los desprecios. La omisión es más hiriente que cualquier acción."

❝𝙈𝙖𝙡𝙖 𝙟𝙪𝙣𝙩𝙖❞.Where stories live. Discover now