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El sonido de un portazo resonó en toda la casa, haciendo que la única persona que se encontraba allí se sobresaltara.

— ¡Maldita sea! —. Logro oír aquella mujer de avanzada edad.

Se calmo en sobre manera al saber que el que había entrado era el venezolano mayor.

Con total calma bajo al primer piso de aquella gran casa —. Dios te bendiga —. Saludo —. ¿Paso algo?

El Contry soltó un suspiro, intentando entrar en calma.

Imposible.

Ese maldito gobierno parecía siempre encontrar la forma de joderlo.

Vaya mierda.

— No pasa nada —. Respondió, dándole una sonrisa.

Misma que pareció una mueca incómoda que otra cosa.

La mujer solo se encogió de hombros, ya sabiendo con exactitud que por más que insistidera el país jamás le diría algo.

Además, era si jefe y no tenía porque cuestionarlo.

— Su almuerzo está listo —. Aviso la abuela, dirigiéndose a la cocina —. En un momento se lo caliento.

— Tranquila, no voy a comer. Tengo que empacar mis cosas para un viaje de negocios —. Explico rápidamente, empezando a subir las escaleras algo apresurado —. El vuelo sale en unas horas y yo no tengo nada listo —. Gruñó al aire.

La señora Ana paro si caminar y se giro a verlo, algo incrédula —. Pero señor, no desayuno hoy. Tiene que comer algo.

— Estoy ocupado —. Se escuso rápido.

— Pero-

Venezuela frunció el seño y se dirigió directamente a ella —. Dije que no voy a comer, por favor, deja de insistir.

Ana se tenso levemente, pero si expresión cambio a una molesta.

— Tú si eres arrecho —. Lo regaño, cruzándose de brazos —. Vas a comer, te guste o no.

Venezuela no pudo reprochar nada, ya que la mujer había casi que corrido hacia la cocina, perdiéndose de su vista.

— Vieja loca —. Susurró, terminado de subir las escaleras para adentrarse a su cuarto.

[...]

Habían pasado al rededor de una hora y media. En todo ese tiempo Venezuela no había hecho más que alistar sus cosas para el viaje algo largo.

— Adelante —. Concedió paso el ojiverde al escuchar un toqueteo en su puerta.

Cerró su maleta ya lista al mismo tiempo que la única persona en esa casa — A parte de él — entraba a su cuarto con unos topers.

Venezuela rodó los ojos.

— Antes de que me digas algo —. Suspiro la menor —. Aunque sea llévate está comidita, sabes lo mucho que tardan esos vuelos en salir y no sabes si te dará hambre en el camino.

Rendido ante la mirada suplicante de su contraria, cedió, aceptando la comida.

— Gracias —. Susurró.

— De nada, mi amor —. Sonrió complacida Ana, ofreciéndose a ayudarlo en lo que le hiciera falta en ese momento.

"— Dios, por favor. Que a mi niño le vaya bien en esa vaina, vale." Fueron palabras que dijo Ana al momento en el que vio a Vene partir —. Me lo tienes abandonado... Consíguele a alguien bueno que lo ayude..."

❝𝙈𝙖𝙡𝙖 𝙟𝙪𝙣𝙩𝙖❞.Where stories live. Discover now