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Venezuela se encontraba sentado en uno de los lujosos muebles de aquella gran sala en dónde su líder y presidente se encontraba hablando muy animadamente conversando con los otros líderes de las diferentes naciones que se hayanban ahí.

Estaba recto, de piernas cruzadas y luciendo indiferente e inmutable ante todos allí.

De vez en cuando dirigía su mirada  hacia ningún lugar en específico, detallando el bonito, aunque algo ostentoso, lugar.

También había cachado en más de una ocasión a alguno de lo otros Contrys mirándolo de manera furtiva y curiosa.

Justo como ahora.

Frunció el seño al ver cómo está vez quien lo miraba era el sirio.

Harto y un poco cansado le dirigió una mirada algo hostil, haciendo que el menor se tensara, pero con una mirada aún más afilada lo miro.

Venezuela se indigno.

¿Quién se creía?

Mientras Venezuela pensaba todo aquello, por otro lado Siria solo podía pensar en una cosa.

Si parpadeo pierdo. Se repetía una y otra vez, indispuesto a perder aquella batalla de miradas gélidas.

De repente la sala de hundió en un aura tensa gracias a ambos ojiverdes.

Cuba le daba pequeños golpecitos al árabe, intentando frenar aquella absurda pelea de miradas.

— Déjame, estoy por ganar —. Gruñó, frunciendo más sus cejas. Intentando intimidar al caribeño más alto.

Cosa que no fue posible, ya que a los ojos del país petrolero no parecía más que un Chihuahua rabioso.

Ambos se mantuvieron así por unos segundos más, hasta que el árabe no soporto más el incesante golpeteo que tenía el cubano contra él.

Se levantó bruscamente de su lugar, haciendo que todos se sonbresaltaran por tan bruscos movimientos.

— ¡DEJA DE GOLPEARME, MALDITASEA! —. Bramo, totalmente molesto por haber perdido.

Cuba, de manera seria le pidió que se sentará.

Claro que muy a su manera, ya que lo que hizo que el sirio volviera a su asiento fue un jalón hacia abajo, haciendo que se sentará de golpe.

Por supuesto que esto no le gusto al más bajo y rápidamente empezaron a discutir.

Venezuela miraba todo con una ceja alzada, sintiendo unas inmensas ganas de burlarse del sirio en su cara.

Antes de que sus pensamientos malvados siguieran, una mano en su hombro hizo que levantará la mirada hacia el ser que era tan valiente como para tocarlo.

Ahí, detrás de el, se encontraba su presidente.

Rápidamente se puso de pie. Esperando alguna instrucción.

El de cabellos platinados soltó un suspiro —. Comportate —. Pidió, con un ligero toque de regaño.

Y Venezuela odiaba que lo reprendieran, aún más si el no tenía nada que ver con lo que pasaba.

Su contrario dándose cuenta de lo que había hecho, rápidamente intento excusarse.

Sin embargo, Venezuela solo lo miro totalmente serio para luego darle la espalda y salir con paso calmado de ahí. No sin antes echarles una mirada a advertencia a todos los que estaban ahí.

Salió sin más, buscando relajarse para no cometer una estupidez.

El señor de traje elegante suspiro, masajeando el puente de su nariz.

Sentía una migraña venir.

— Lamento mucho esto... Por favor, continuemos con el tratado de paz —. Les sonrió apenado.

Todos asintieron, y los jefes no tardaron en retomar la amena conversación que habían mantenido momentos atrás.

[...]

El país latino miraba relajado por un gran ventanal que había cerca.

Desde este se podía apreciar perfectamente el cielo nublado, por acto reflejo de abrazo así mismo.

Con solo ver aquel semblante le daba frío.

— ¿Disculpa?

Venezuela soltó un pesado suspiro, girandose sobre sí.

Ya lo había eschuchado llegar, pero tenía la leve esperanza de que pasara de largo y lo ignorara.

— Habla.

El ruso se mantuvo firme, a pesar del escalofrío que le recorrió el cuerpo al oír su ronca voz.

— El señor presidente solicita tu presencia.

— No quiero.

Antes de que Rusia pudiera decir algo más, un tercero lo hizo.

— Venezuela, entra.

Y ahí estaba ese tono de reproche que Venezuela tanto odiaba.

Ahora quiere llorar. Llorar y desaparecer por un nuevo sentimiento de nostalgia, resentimiento y impotencia.

Todo mezclado en su pecho.

Camino a paso lente, obedeciendo.

Si quito en cuanto el de sangre italiana intento darle unas palmaditas, haciendo notar su enojo.

— Soporta un poco más, Vene... —. Murmuró el señor, rascando su nuca incómodo.

Rusia solo miro todo en silencio. Había llegado a varias conclusiones.

1-. Venezuela definitivamente no era el mismo. Y no era para menos.

2-. Había crecido.

3-. Parecía un gato arisco. Uno el cual se volvió así porque lo abandonaron a su suerte.

4-. Se veía malditamente caliente con ese nuevo carácter.

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"El tiempo sana heridas de manera obvia... aunque ninguna herida sana sin dejar cicatriz."

[...]

Holi -besito en la frente-

SIN QUERER LO BORRE, PERDÓN

DIOS, DE VERDAD LO SIENTO AAAAH

❝𝙈𝙖𝙡𝙖 𝙟𝙪𝙣𝙩𝙖❞.Where stories live. Discover now