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Rusia iba tarareando una canción algo pegajosa mientras miraba encantado las playas que se podían apreciar de camino a la capital del estado venezolano. Apenas habían iniciado el camino hacia su destino, así que no había encontrado mejor opción que mirar el paisaje por la ventana del auto mientras intentaba ignorar el ambiente pesado con música.

Había funcionado de manera eficiente, desconectandose por un momento de la realidad, había quedado tan hechizado con aquello que tenía el honor de observar que aquella relajación lo llevo a caer profundamente dormido bajo la mirada de los demás países en ese auto.

Venezuela, que era el que conducía no había hecho más que estar pendientes de todos, ya que al caer rendido Rusia no tardó nada en seguirle Corea del Norte, seguido de Siria (aunque esté último se había intentado hacer el fuerte). Y, por sorprendente que le pareció — Aunque la verdad, no tanto — también había entrado en el mundo de los sueños el cubano.

Era una vista algo tierna que se dió el tiempo de apreciar breves instantes. El norcoreano recostado en los muslos del cubano, mismo que tenía su cabeza apoyada en el hombro del país árabe que cabeceaba de vez en cuando, y Rusia, que se encontraba aún lado de él en el asiento de copiloto.

Se veían tan calmados, tan apacibles y apartados de todo lo que los rodeaba que no pudo evitar sentir algo de pesar por haber sido, de cierta forma, grosero con ellos al no estar de acuerdo con una decisión de la cual ellos no tenían el mayor voto.

Soltó un suspiro, estando cada vez más cerca de la casa en dónde se quedarían.

Habían decidido que no se quedarían en el palacio ni mucho menos, los invitados serían una especie de turistas no solo en sus tierras, si no que también en su hogar. Esto último lo seguía manteniendo inquieto.

¿Y cómo no?

Poco a poco fue reduciendo la velocidad, estando rodeados de grandes casas que están muy, muy alejadas las unas con las otras. Aquellas viviendas eran costosas, y por lo tanto muy pocas estaban siendo habitadas.

La suya, al querer estar aislado, estaba en medio de muchos árboles y algo alejada del centro de la cuidad de Caracas. Nadie conocía su existencia más que sus superiores, sus hijos y uno que otro soldado, además de la mujer con carácter fuerte que solía estar pendiente de su cuidado.

En cuestión de un par de minutos estuvo en frente de la gran, enserio gran casa con hermosa arquitectura al estilo colonial. Pareciendo una de esas casitas de pueblo, solo que en gran tamaño. Sin perder tiempo estaciono el auto, deshaciéndose del cinturón de seguridad y salió del auto.

— Dios... Otra vez en casa... —. Dijo en medio de un suave suspiro, mirando todo a su alrededor con familiaridad.

Inhaló y exhaló el aire puro que había en ese lugar, en definitiva no parecía el aire de una cuidad tan poblada.

Todas y cada una de sus extremidades se relajaron, haciéndole sentir un extraño pesar de repente.

Tenía sueño. El cansancio lo golpeó al su cuerpo ya saber que estaban en casa, que ahí adentro no corría ningún peligro.

Volviendo a dar una gran bocanada de aire se acercó al auto, abriendo la puerta en dónde estaba el copiloto. Lentamente comenzó a susurrarle suave al ruso.

Sin embargo, antes de que alguna palabra saliera de su boca de quedó algo perdido al ver la cara pálida del ruso. Pareciendole tan delicada que... Parecía de porcelana. Como una muñequita frágil.

Una muy mala descripción si se tomaba en cuenta a quien estaba describiendo.

Y, Venezuela al quedarse divagando no pudo evitar pensar una cosa.

— Va a ser un problema cuidarlo del sol, nawebona e' salao'.

— ¿Quién es sa...? ¿Qué? —. Pregunto Siria desde su lugar, mirando desorientado un punto muerto en el volante del auto.

El país latino se sobresalto, asustado por tan repentinas palabras, haciendo que se parara derecho, y debido a esta acción, su cabeza golpeó fuertemente con el techo del auto, generando un gran ruido que despertó a todos.

— ¡YO NO FUÍ, FUE COREA DEL NORTE! —. Grito con euforia el ruso, igual o está más asustado que el venezolano ante las palabras de Siria.

— ¡PERDÓNAME CHINA, NO FUE MI INTENSIÓN COMERME TU ARROZ! ¡ES QUÉ TENÍA MUCHA HAMBRE! —. Lloro el norcoreano.

Despertar y que lo primero que escuches es a uno de tus mejores amigos acusandote de algo definitivamente no era la mayor manera de comenzar aquella estadía.

— Oigan creo qu-

— Cállese viejo marico, deje dormir —. Balbuceo el otro latino, haciendo que todas las miradas se dirigeran a él.

Cuna se mostraba muy pasivo, cambiando de posición y siguiendo durmiendo.

Siria fue el único que noto como la cara del venezolano cambiaba a un tono de rojo intenso debido a la furia que se le subió de golpe a la cabeza. No tardó mucho en encogerse de hombros, aún desorientado.

— ¡Malditos hijos de puta! ¡SALGANSE DE ESA MIERDA ANTES DE QUE LOS CAIGA A COÑAZOS A TODOS!

Seeh... Definitivamente esa no fue la mejor forma de iniciar... Aquello que fuera esa situación tan irónica.

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"Te darás cuenta de que lo que hoy parece un sacrificio, mañana terminará siendo el mayor logro de tu vida. "

Yyy volví kajJajsaks

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Yyy volví kajJajsaks

❝𝙈𝙖𝙡𝙖 𝙟𝙪𝙣𝙩𝙖❞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora