Porque, pase lo que pase, yo te protegeré

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—Explícame por qué, para ver a tu padre, tenemos que salir en plena noche —le pidió a Nalbrek siguiéndolo disgustado por el bosque varios días después, cuando por fin parecía haber recibido confirmación de su padre de que estaba cerca y podían verse.

—Porque nadie debe saber que es mi padre. Es muy importante.

—Hay demasiadas cosas que debes explicarme —le advirtió.

—Lo sé, pero cuando lo veas...— comenzó cuando se detuvo.

—¿Nalbrek? —lo llamó al sentir como la ansiedad comenzaba a aumentar en él—. ¿Nal? —insistió acercándose preocupado. Aquello estaba a punto de convertirse en un ataque de pánico, cuando el lobo lo sujetó de los hombros tan fuerte que le hacía daño.

—Tú no me dejarás, ¿verdad? —le preguntó sin mirarlo—. Cuando lo sepas, no me dejarás, ¿verdad?

—Nalbrek, lobo idiota, no le he prendido fuego a una ciudad, te he salvado de una manada de lobos, arrastrado por medio país y tenido tu polla en el culo durante dos días enteros para dejarte solo por conocer a tu padre.

—Prométeme que no lo harás —le pidió, así que se acercó obligándole a levantar la cabeza para apoyar la frente en la suya sujetándole la nuca con el brazo.

—Somos pareja y nada ni nadie va a cambiar eso —le aseguró.

—¿De verdad?

—De verdad. No me importa quién seas, quién sea tu padre, tu madre. Lo único que me importa es que eres mi pareja. Desde luego puede ser que tu padre decida que un zorro pulgoso como yo no es digno de su hijo, pero no me importará. Somos pareja y seremos pareja. Así que deja de dudar de mí —le advirtió.

—Lo siento, es solo que no quiero que me dejes.

—Y no lo haré —le aseguró.

Vio como Nalbrek asentía respirando hondo mientras la ansiedad de este bajaba a niveles más manejables, así que lo soltó. No entendía por qué parecía tan aterrorizado de presentarle a su padre, por qué parecía tan seguro de que, cuando lo supiese, rompería su unión. Pero lo estaba.

—Gracias por presentarme a tu padre —le dijo retomando la marcha.

—No, al contrario. Necesito que lo conozcas, que sepas esto de mí. No puedo seguir mintiéndote por más tiempo. No a ti.

—¿Mentirme?

—Ya te dije que hay algo sobre mí que no sabes, algo que he ocultado de todos y que solo saben mi madre, Andros, mi padre. Y ahora tú.

—¿De qué se trata? —le preguntó preocupado.

—Cuando conozcas a mi padre, lo entenderás —contestó sin detenerse hasta que llegaron a un claro—. Iré a buscarlo, tú espera aquí.

—¿No está aquí?

—No le gusta salir de noche —le explicó.

—Ah, ya —asintió.

—Cuando lo conozcas, lo entenderás —repitió antes de cambiar a lobo alejándose.

—Cuando lo veas lo entenderás —lo imitó disgustado—. ¿Qué hay que entender? ¿Qué tienes un padre tanto o más raro que tú? Porque es el primer lobo que conozco al que no le gusta salir por la noche. Tu familia es demasiado rara —se lamentó. ¿Por qué había tenido que elegir una pareja así? Debería haberse emparejado con una ardilla. Un par de nueces y eran felices.

Se sentó en el suelo cerrando los ojos intentando descansar mientras prestaba atención, ya que no quería que lo primero que viese su suegro de él fuese a un zorro inútil durmiendo en medio de la nada. Quería dar una buena impresión, por más que la culpa de su agotamiento fuese el insaciable idiota de su hijo, que argumentando que era por culpa del afrodisiaco, no lo dejaba tranquilo. Y podía admitir que la duración era por culpa del afrodisiaco, ¿pero las veces? ¿Qué tenían que ver los residuos que aún quedaban con las veces? Nada.

Cambiantes Libro III TrascendenciaWhere stories live. Discover now