Embarazadas

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Por suerte, tal y como pensó, la herida no revestía gravedad comenzando a curarse bien,, pero aquel incidente le mostró la realidad: que aunque hasta ese momento habían tenido suerte, era solo cuestión de tiempo que Nalbrek fuese uno de los que no regresase y aunque ambos se esforzaban en obviarlo, en fingir que aquellos momentos podían no ser los últimos, aquella amenaza estaba suspendida sobre sus cabeza amenazando con aplastarlos en cualquier momento y él se dio cuenta de una cosa: si su pareja moría, él no esperaría a regresar a su pueblo. Se suicidaría en ese mismo momento.

Vio a un pequeño grupo que salía en dirección al pico de dos hermanas con paso cansado ahora que los humanos se acercaban, un intento de huida inútil. Se giró y se dirigió hacia Nalbrek.

—Por cierto, tengo que ir en lugar de Baem a una reunión, así que ¿me acompañas? —le preguntó.

—¿Baem te ha pedido que vayas en su lugar?

—Él... me ha dejado al cargo —asintió—. Y me ha dejado a mí, no a ti —añadió con suficiencia levantándose.

—Estás presumiendo —lo acusó Nal.

—Desde luego. Baem sabe que soy el más confiable de los dos.

—Me niego a discutir sobre eso.

—¿Qué quieres decir? —exigió a la defensiva

—Nada. Pero si es a ti a quién se lo pidió, no entiendo por qué tengo que ir yo también —se quejó Nalbrek mientras se levantaba para seguirlo cojeando.

—Porque si yo tengo que ir a una reunión aburrida, tú también.

—No me gustan las reuniones.

—Lo sé.

—Iré, pero solo porque me lo pides —le advirtió—. Y porque no me fio de ti —añadió más bajo.

—¿Decías? —le preguntó sin detenerse.

—No, nada. Solo que va a ser difícil subir con la pierna así.

—Te ayudaría, pero después de lo que acabas de decir sobre mí, no pienso hacerlo.

—Rencoroso.

—Es una de mis múltiples cualidades —asintió.


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Después de una larga caminata de regreso, llegaron en la cueva y, al estar dentro, de nuevo se sintió como si hubiese viajado a un lugar muy lejano. Un lugar al que los humanos no podrían llegar. Ojalá pudiese meter a todos los cambiantes allí y, cerrando la puerta, evitar que ningún humano pudiese llegar hasta ellos. Si tan solo hubiese una manera de que los humanos desapareciesen y no pudiesen volver a acercarse a ellos...

—Habla tú —le pidió a Nalbrek mientras cruzaban el lago por su conexión.

—¿Por qué yo?

—Eres un alfa. Se supone que os gusta ser el centro de atención.

Cambiantes Libro III TrascendenciaWhere stories live. Discover now