Pasa la eternidad conmigo

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Vio como los elegidos se ponían de pie con dificultad y, por su mirada, no parecía ser algo voluntario, así que Nalbrek ayudó a su padre a bajar tras Fargla y las mujeres embarazadas mientras los demás hacían lo propio con sus representantes. Por un momento miró el hueco en el suelo antes de acercarse, ya que si Nal había bajado, él no podía quedarse arriba. Descubrió que comenzaban unas escaleras de piedra del mismo material que la montaña así que comenzó a bajarlas ignorando el calor y el hecho de que los escalones parecían no estar unidos a ninguna parte, como si flotasen. Sin duda, un efecto óptico. Al mirar abajo vio que la escalera llevaba hasta una especie de islote negro que destacaba contra la roja y burbujeante lava en el cual las mujeres parecían esperar a un lado arrodilladas con paciencia demasiado cerca del borde para su gusto mientras fargla los observaba bajar con su eterna sonrisa. Estaba seguro de que aquel loco disfrutaba imaginándose a alguien tropezar caer a la lava.

Se situó tan cerca como le fue posible de Nal, el cual se mantenía junto de su padre y los demás elegidos, que parecían a punto de desmayarse en cualquier momento mientras Fargla esperaba sin prisa poniéndole los pelos de punta. Lo cierto es que empujaría a aquel Fargla a la lava sin dudar para detener aquella locura si no fuera porque estaba seguro de que un nuevo Fargla ocuparía su lugar como si nada hubiese pasado.

Por fin, Fargla hizo una señal mientras sonreía aún más que de costumbre y una de aquellas mujeres se levantó para dirigirse a la carpa, deteniéndose delante de él para desnudarse y tender las manos, mientras el extraño maestro de ceremonias extendía el brazo hacia arriba comenzando a bajar unas cadenas acabadas en grilletes de algún lugar del techo. Todos contuvieron la respiración mientras Fargla le ponía con fuerza los grilletes a la mujer mientras él se preguntaba si era posible, si de verdad aquello funcionaría y podrían deshacerse de los humanos y volver a sus vidas, si...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando se dio cuenta de que se podía ver al bebe moviéndose en el estómago ajeno a lo que su madre estaba a punto de hacer. Y aquella imagen lo hizo volver a la realidad. Aquella mujer iba a morir y su hijo con ella, Eso era lo único que iba a pasar, pero, aun así, no fue capaz de moverse, como si aquello no fuese real. Incluso una parte de él se aferraba a la posibilidad de que la gente del templo supiese lo que estaba haciendo a pesar de saber que era imposible.

Observó como la mujer era izada y llevada sobre la lava sin que perdiese la sonrisa a pesar de que debía ser doloroso estar suspendida así.

—Y ahora llama a nuestro dios —le pidió Fargla levantando las manos y, en respuesta, la cadena bajó de repente metiendo a la chica hasta las caderas en la lava mientras esta sonreía cuando de repente su mirada comenzó a cambiar antes de gritar de terror, de dolor.

—Hemos fracasado —dijo Fargla mirando incrédulo a la joven gritar.

—Sácala —le gritó él al ver lo que estaba pasando.

—Fallado —repitió incrédulo cuando el grito de la chica cesó de manera abrupta al quedar su cuerpo envuelto en llamas—. Su lazo no debía ser lo bastante fuerte, pero el vuestro sí lo será —añadió más animado mirando a las seis mujeres restantes, la cuales asintieron sonrientes mientras la cadena donde solo quedaban algunos restos calcinados regresaba a la isla.



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Cambiantes Libro III TrascendenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora