Ella te amaba

384 93 124
                                    

—. Dau, ¿recuerdas lo que le pasó a la hija de Sarnat?

—Claro, ella... —se detuvo—. ¿Tu madre eligió a tu padre a sabiendas de que era un embarazo incompatible?

—Ella sabía cuál era su destino, y también sabía que no podía evitarlo, incluso aunque se quedase embarazada en su forma humana, solo retrasaría lo inevitable a la vez que le daba a la ciudad una nueva generación a la que torturar. Pero si era un embarazo incompatible y ambos morían, una línea de sangre se perdería y ya solo quedaría su hermano.

—Ya veo...

—Por eso ocultó su embarazo tanto como pudo y, luego, se negó a decir quién era el padre, consciente de que, en cuanto se supiese, la obligarían a abortar. Tan solo se lo confió a Andros, explicándole que fue la única manera que encontró de morir y pidiéndole que la ayudase a esconderlo. Según Andros, el embarazo transcurrió sin problemas hasta que se acercó del parto. Al parecer yo estaba dentro de un huevo que creció conmigo en el interior de mi madre antes de endurecerse y yo lo rompí para salir. Los trozos de cáscara destrozaron a mi madre por dentro —le explicó y él lo miró sin saber qué decir—. Cuando nací vivo, mi madre le pidió a Andros que me protegiese y, aunque era tan pequeño que, en condiciones normales, habría sido abandonado, Andros aprovechó aquello para que la manada pensase que era demasiado débil para sobrevivir y permitiesen a mi madre ocuparse de mí hasta mi muerte sin saber el verdadero estado de mi madre. Cuando ella murió, Andros dijo que yo también, enseñó el cadáver de otro niño, y me sacó de allí.

—Y por eso Andros te trajo aquí, con tu padre... —asintió al comprender cómo acabó Nalbrek en aquella aldea perdida. Para que estuviese cerca de su padre y pudiese aprender sobre su otra naturaleza—. Y por eso vivías en esa cabaña y no querías bajar.

—Tenía que aprender a volar, a controlar mis cambios. Dau, a ti, ¿no te importa lo que soy? —le preguntó sin mirarlo.

—¿Importarme? No. Quiero decir, es sorprendente y ahora entiendo por qué lo mantenías en secreto, pero no me importa lo que seas, eso no cambia quién eres, que eres mi pareja.

—Pero soy una quimera, no debería existir.

—No digas que no deberías existir, estás aquí —le advirtió.

—Es que soy un monstruo.

—¿Un monstruo? ¿Tú? Puedes ser un lobo idiota, o quizás sería mejor decir un águila, ¿un lobaguila?

—Deja de bromear —le advirtió Nalbrek empezando a molestarse.

—¿Quién está bromeando?

—Tú. Acabas de descubrir lo que soy ¿y tú solo bromeas? ¿Cuando tu pareja es un monstruo?

—Tú no eres un monstruo.

—Sí, lo soy. Por eso siempre se mata a las quimeras, porque somos monstruos.

—Se mata a las quimeras porque es más piadoso acabar con ellas antes que dejar que sufran de una manera horrible durante horas o días solo para morir, no porque sean monstruos.

—Pero lo somos, lo soy.

—Eso es una tontería. No tienes ningún defecto y dado que soy tu pareja, tus hijos tampoco. Ni siquiera tienes ataques de ira o eres agresivo, por el contrario, eres uno de los lobos más tranquilos que conozco. Eres incapaz de hacer daño a una mosca, así que deja de decir tonterías —le advirtió.

—¿Pero por qué no lo entiendes? —lo interrumpió Nalbrek gritando haciendo que se sobresaltase—. Soy un monstruo. Soy peligroso. Y sí he matado. Maté a mi madre. Lo hice al nacer. Yo la maté porque soy un monstruo que no debería existir —murmuró dejando caer la cabeza, derrotado.

Cambiantes Libro III TrascendenciaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu