En un pueblo tranquilo

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Avanzó con cuidado en medio de la multitud, su vista y su oído ya no eran lo que solían ser. La edad no perdonaba. Por eso quiso ir al festival antes de que la gente se reuniese, pero había resultado inútil. Cada año se reunía más gente para celebrar la victoria de Dau sobre los humanos, el nacimiento de un nuevo dios, llegando gente desde lugares más y más lejanos, comenzando extrañas tradiciones como que las parejas atasen sus muñecas con cintas rojas para asegurar su relación.

—Hay mucha gente —señaló Rishi, que caminaba a su lado tan lento como él. Los años no perdonaban.

Después de que los humanos fuesen expulsados, la situación fue difícil para ellos durante un tiempo, sobre todo porque Narg fue destruida por Dawi con aquel río de lava que, incluso hoy, seguía saliendo. Por suerte, él ya había decidido dejar la ciudad en caso de no poder derrotar a los alfas, así que tanto él como su grupo hicieron ciertos preparativos que les permitieron crear un nuevo pueblo y aunque siempre lamentó no haber podido luchar contra los humanos, no haber estado allí cuando Dawi lo necesitaba, tomó su decisión y tuvo que vivir con eso.

Después de esos días posteriores a la guerra comenzó una etapa más tranquila en la que se dedicó a construir su pueblo, exterminar a los grupos de humanos que quedaban, cuidar de su pareja y solucionar los problemas hasta que, un día, se encontró siendo líder del pueblo que fundó.

Durante muchos años esperó la visita de Dawi, convencido de que iría a verlo, pero nunca lo hizo, manteniéndose oculto y empezando a convertirse en una leyenda. Pero él sabía que aquel zorro cabezota era real por más que sus caminos nunca se volviesen a cruzar. Y ahora solo era un viejo lobo que había regresado al lugar donde se crio para morir junto a su compañero. Por suerte, el nieto de Baem los había aceptado, asegurándose de que nadie los molestaba. Y aquel día, a pesar de todo el alboroto en el normalmente tranquilo pueblo, salieron antes de la puesta de sol para ver, por última vez, aquel festival.

Se detuvo en medio de la plaza para ver la gran olla, ahora sagrada, alrededor de la cual se reunían las mujeres casadas para pedir tener muchos hijos. Aquel zorro irresponsable. Había causado tantos problemas con sus feromonas y su líbido durante los últimos años que ahora era un dios de la fertilidad.

—¿Quieres comer algo? —le preguntó a Rishi y este asintió sonriendo.

—Me apetecen bolas de verduras. Cada año son mejores.

—Entonces vamos —asintió dando un paso cuando vio a alguien de pelo castaño pasar corriendo delante de él entre la multitud.

—Vamos, lobo lento, o se acabará la carne seca y yo tengo hambre —gritó este alegre mientras se alejaba.

—No se acabará y, si se acaba, te conseguiré más —contestó su pareja, a la que estaba unida por uno de los hilos rojos que vendían por todas partes, siguiéndolo.

—¿Ocurre algo? —le preguntó Rishi al darse cuenta de que se había detenido.

—Nada —negó—. Nada —repitió comenzando a avanzar de nuevo.



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Y aquí acaba esta historia, para todas las que me preguntasteis por Hilmar y Rishi aquí tenéis la respuesta de lo que les paso. A ellos y a cierto zorro y su fiel pareja 😌  

Cambiantes Libro III TrascendenciaWhere stories live. Discover now