Día 9: Plagas y Recuerdos

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#Taletober2022: Canela

#Huectober: Veneno

#Maptober2022: Infested Warehouse


El túnel seguía adelante, pero Kaiden tenía la sensación constante de estar girando. ¿No se ladeaba ligeramente? Siempre hacia el mismo lugar, siempre en la misma dirección. ¿Caminaba en círculos? ¿Regresaba a la cueva anterior?

¿Encontraría una salida?

No sabía dónde estaba. Solo a medias, era consciente de que aquel lugar no era real. Nada lo era. La oscuridad, las paredes de piedra, la luz del candelabro... todo aquello era producto de... ¿Su imaginación? ¿O era algo más?

Lo invadió entonces el olor a canela, la añoranza y el amor. La esposa de uno de sus mejores amigos cocinaba dulces a menudo y los dejaba enfriar en la ventana. Vivían puerta con puerta, y le llegaba el aroma de sus pasteles y bizcochos. Sonrió a su pesar. Estaba muy cansado.

Le temblaron las piernas. Se apoyó en la roca, cerró los ojos. Respiró hondo, una, dos, tres veces. No podía rendirse. Tenía que seguir adelante. Tenía que continuar.

Abrió los párpados y jadeó. El túnel había desaparecido a su alrededor. Estaba en otra cueva. Había cajas por todas partes, abiertas, cerradas, rotas. Alerta, el joven soldado miró alrededor y vio la salida unos metros más allá. Titubeando, dio un paso.

Oyó el rasguño de unas uñas contra la piedra. Detectó el movimiento. Ratas. Una asomó por entre las cajas; la otra, de dentro de un barril.

-Bueno, tranquilas, ¿vale? -pidió-. Ya me voy. Nada de morder... ¡Me cago en Dios!

Lo que pasó entre sus pies no era una rata: era una cucaracha. Kaiden gruñó, alzando la vista al techo, y respiró hondo.

-Ya me voy -repitió entre dientes-. Joder, mierda.

Caminó con cuidado. Las alimañas no. Cruzaban por su camino sin mirar, sin prestarle atención. No lo miraban. Sus pasos no provocaban eco... no hacían ruido, ya no. Quizá nunca lo habían hecho.

Se sentía como un fantasma. Invisible. Indetectable. Nada. Quizá el veneno, el cansancio y las heridas habían sido más fuertes que las brujas, que él mismo y toda su fuerza de voluntad. Quizá estaba muerto.

Cerró los ojos, aplastando aquel pensamiento, y los abrió de nuevo. Había una rata entre las gemas desparramadas, y lo miraba con sus redondos ojos negros.

-Ah, bueno -dijo Kaiden-. Si me estás viendo, entonces no hay problema.

Qué extraño, pensó mientras alcanzaba el otro lado de la cueva, que la atenta mirada de una rata le diera tal alivio.

Qué extraño, pensó mientras alcanzaba el otro lado de la cueva, que la atenta mirada de una rata le diera tal alivio

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