Nuestra participación a tres retos Taletober 2022 (de mano de EcosDeTinta, Huecoliterario e inkarnate) cuenta el viaje de un soldado que, caído en batalla, lucha por regresar a la vida... y a su familia. ¿Pero quién es, y cuál es su historia? Cada...
Las luces brillaban, candentes como llamas de mil colores, a través de los túneles, guiándolo por la oscuridad hasta que se hizo la luz al fondo. Kaiden se preguntó, no por primera vez, si aquel era su destino. Cuando llegó, y de nuevo no por primera vez, supo que no. Al menos, pensó era mejor que el infierno.
Las luciérnagas tintinearon como campanillas al viento y se dispersaron, su fulgor desapareciendo rápidamente en aquel paraíso olvidado donde la vegetación se había adueñado de todo hasta donde alcanzaba la vista. Desde el mirador en la montaña, el joven soldado vio los frondosos bosques y el río que serpenteaba, con agua pura y cristalina, hasta un lago y fuera de él.
El hombre bajó los metros de roca que todavía tenía por delante y se internó en la espesura. Se sumergió, por primera vez en una eternidad, en el añorado murmullo de la naturaleza: el susurro de la brisa en las hojas, el sutil murmullo de un arbusto, el goteo del agua.
No se oían pájaros.
De su esposa había aprendido a reconocer muchas plantas. Aquel era un roble; el de allá, a orillas del agua, un sauce llorón; y aquel cargado de olivas no podía confundirse con nada más. Había flores, también, a ambos lados de un camino más verde, más vibrante incluso que la hierba más fresca.
Los árboles se separaron, y allí, junto al lago, vio la casita. Había un huerto en la parte delantera, un muelle en el agua. Techo de paja, paredes de madera, la puerta abierta y humo en la chimenea.
Kaiden sintió las promesas de todo aquello. El calor de la chimenea, comida abundante, agua fresca. Comodidad. Paz. Por fin, paz. Pero también sintió la soledad. Allí no estaba Lluvia. No estaba Luka. No estaban los niños ni tampoco ninguna de las razones por las que había luchado.
Con el corazón en un puño, apartó la vista de la casita y continuó sobre el camino verde que se adentraba, de nuevo, en la espesura. Y fue entonces cuando apareció la sombra.
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