Día 31: Noche de luna llena

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#Taletober2022: Visión

#Huectober: Hueco


La luna llena brillaba aquella noche sobre los altos acantilados que envolvían su hogar como un manto protector. El hueco de entrada era difícil de ver, y el laberinto, aunque corto, era complicado. La construcción natural protegía el santuario de lo extraño, de lo mágico, como si la tierra pusiera de su parte.

Kaiden atravesó los túneles con las mandíbulas apretadas, recordando demasiado bien un viaje que, hacía no mucho, lo había llevado a través del fuego, la oscuridad y la tentación. Pero llegó al otro lado, conociendo bien el camino, de nuevo la luna brillaba sobre su cabeza, y allí, etéreo como una visión bañada en plata, estaba su hogar: Nido de Cuervo yacía en la cuenca, invisible a cualquier que mirara desde el otro lado de los acantilados.

El camino descendía hasta las primeras casas, chozas de madera, paja y piedra. El mundo estaba callado, las familias dormidas, pero los guardias, oh, los guardias lanzaron gritos de júbilo al verlo volver. Y su llegada a casa fue de todo menos silenciosa.


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El estruendo empezó en los límites del pueblo hasta hacerse eco a través de las ventanas, y Lluvia oyó lo suficiente. Bienvenido. Casa. Kaiden.

No podía ser, pensó. No podía creerlo. Quería hacerlo, pero no soportaría que fueran falsas ilusiones.

La herbolaria prefería no despertar a los niños, pero... ¿y si su padre había vuelto? Al menos, pensó, debía avisar a Luka. Era el mayor, y se ocuparía de los demás. Así que fue a buscarlo, despertándolo con cuidado, y el chico parpadeó, soñoliento.

—¿Mama? —musitó—. ¿Qué pasa?

—Voy a salir —explicó, acariciándole la mejilla—, y necesito que cuides de la casa por mí. Es posible que papá haya vuelto, pero tengo que asegurarme antes.

El muchacho se sentó, completamente despejado, todo energía y tensión, y no obstante, asintió.

—Me quedaré. Vuelve pronto. Con él.

—Eso espero. Gracias.

Besó al chico en la frente, sabiendo que si estaba a cargo, ella podía quedarse tranquila. Era mejor prevenir, estar alerta, y que sus niños supieran por qué su madre no estaba en casa, si se despertaban.

Se puso algo de ropa para enfrentarse a la noche primaveral, todavía fresca, y salió para asegurarse de que el revuelto era real.

Había antorchas encendidas a pocas calles, y voces que hablaban más y más alto, y un tumulto que se reunía a medio camino entre su hogar y el límite del pueblo. Y allí, en medio de toda la gente, estaba él: ojeroso, un poco pálido, con la ropa sucia y raída y escaso equipaje, pero los ojos azules, oscuros y profundos que ella también recordaba.

Lluvia lo vio. Kaiden la vio. El hombre aspiró con fuerza, y el ruido alrededor menguó y desapareció.

—Rain —murmuró su esposo.

La herbolaria sintió las lágrimas en sus ojos. No pudo resistir. Corrió hacia él, lo abrazó, y él la estrechó con fuerza contra su pecho. Musitó su nombre una vez más, y después, después de meses de angustia, de guerra, de temor, se besaron.

Y Kaiden llegó a casa.

TaleTober 2022Where stories live. Discover now